Con la Navidad me pasa como con Ourense. Me gusta mucho, pero a veces me sobra gente para disfrutarla. Y no solo eso. Cuando la imagino, es más bonita y brilla más en mi cabeza que en la realidad. Quizás sea una cuestión de expectativas. Me lo decía el otro día una amiga: «A mí me encanta la Navidad. Lo que no me gusta es cómo se comporta alguna gente en las reuniones de Navidad». Mis sentimientos sobre esta época de paz y amor sintetizados en una frase. Mis sentimientos sobre esta provincia que es mi casa sintetizados en una frase. Resulta increíble que este rincón tan bonito y tan acogedor pueda ser también un nido de mezquindades y ruindades. Un poco como la gente, en realidad. En estos días de adornos brillantes un compañero me hacía la luz con otra frase, mientras hablábamos de algunos protagonistas de la actualidad. «Gente oscura, que solo trae oscuridad a Ourense», los definía él. Y yo solo pude asentir con la cabeza mientras intentaba quitarle importancia y le tomaba el pelo diciéndole que es un poeta.
En fin. Que es Navidad y este año mi árbol tiene más luces que nunca, aunque eso suponga que también tiene más sombras. Otra metáfora de Ourense.
A pesar de todo, a pesar de todos, me sigue gustando ir por la calle sorteando a personas con bolsas y saludar a esa gente que no veo en todo el año; me sigue gustando estar apretujada en un bar para tomar la caña navideña con esos amigos que lo son siempre aunque los veas menos de lo que te gustaría. Me sigue gustando la Navidad. Me sigue gustando Ourense.