La burocracia y la fiscalidad frenan el cuidado del monte gallego

Xosé María Palacios Muruais
xosé maría palacios REDACCIÓN / LA VOZ

OURENSE

Monte de pintos en Cenlle
Monte de pintos en Cenlle Santi M. Amil

La falta de incentivos económicos lastra la utilidad de las sociedades de gestión

27 abr 2024 . Actualizado a las 21:12 h.

Galicia tiene unos dos millones de hectáreas de monte, de las que poco más de 3.000 están agrupadas en una sociedad de ordenación forestal, Sofor. La creación de esas sociedades fue alentada por la Xunta después de haberse ensayado otra medida, la puesta en marcha de las unidades de gestión forestal (uxfores). El porcentaje de terreno con gestión conjunta resulta, por tanto, muy escaso, como advierte Manuel Marey, catedrático del Departamento de Proxectos de Enxeñaría de la Universidade de Santiago de Compostela (USC).

Hace ya 20 años que este docente de la Escola Politécnica Superior del campus de Lugo leyó su tesis doctoral, en la que abordaba la necesidad de un mayor aprovechamiento forestal en el medio rural. Desde entonces, recuerda, el envejecimiento de la población y la disminución del número de habitantes han ido complicando el cuidado del monte. Otra cuestión amenaza además esa conservación: si antes el trabajo de un propietario aseguraba la limpieza de su terreno, la expansión del número de grandes incendios forestales obliga a pensar con más amplitud. «Un incendio arrasa unha leira mal coidada e unha ben coidada», dice.

Precisamente la proliferación de los incendios, junto con la falta de mano de obra en zonas rurales y la necesidad de lograr un mayor rendimiento, hace cada vez más urgente, según Marey, la necesidad de que los dueños de monte organicen su terreno y lo exploten de manera conjunta. Sin embargo, el asociacionismo choca con cuestiones, la burocracia y la fiscalidad, que los propietarios consideran trabas a sus esfuerzos. Las sociedades de gestión forestal de Galicia, salvo una, han acordado crear una agrupación para luchar contra esos escollos.

Marey subraya que «nin unha sofor nin unha comunidade de montes son unha empresa». Ni los pequeños propietarios ni los comuneros tienen vocación empresarial, recalca. Por el contrario, tienen relación con el mundo forestal porque han heredado o comprado alguna parcela o porque viven en el medio rural. La obligatoriedad de afrontar trámites burocráticos a veces complicados es una cuestión que miembros de sociedades de gestión forestal reconocen y critican.

La unión si es rentable

La alternativa parece clara: sería, dice este profesor, crear «asociacións máis lixeiras». Las agrupaciones de propietarios tienen la ventaja de que evitan la doble fiscalidad de una sofor, que tributa por el impuesto de sociedades y que obliga a los socios a detallar los ingresos en la declaración del IRPF. A cambio, presentan el inconveniente de que carecen de personalidad jurídica y no pueden acceder a subvenciones.

De todos modos, hay en el medio rural precedentes que pueden guiar el comportamiento de los dueños de monte. El catedrático Manuel Marey recuerda que los ganaderos podían unirse hace décadas para comprar maquinaria sin haber creado una sociedad, algo que hoy ya no es posible. Por ello insiste en que el asociacionismo no es en sí mismo una solución: «A xente asóciase se ve que hai rendibilidade. Sen corrixir burocracia e fiscalidade, as asociacións son un freo», explica. Una posible alternativa le parece el fomento de las comunidades de bienes, en las que los miembros tributan según el porcentaje que tienen en la sociedad sin que lo haga la entidad como tal.