No tengo mesura. Lo sé. Me pasa desde niña. Tiendo a la exageración. Cuando algo me gusta, me gusta muchísimo, me gusta más que nada en el mundo. Conocí a Xoel López más allá de aquel «siento decirte que no, que no, que no...» hace unos cuatro años y fue con otro grandísimo temazo: «Si estás atrapado en las sombras, avanza, avaaanza». Pues bueno, estoy atrapada en las sombras, encallada en la arena. Más allá de la actitud y de las circunstancias, la vida a veces es difícil y otras es súper complicada. Y, de verdad, a mí, que me encanta la vida más que el cocido de mi abuela, estoy deseando comérmela a manos llenas, pero... buf, súper complicado. Lodo se ha convertido en un imprescindible de mi lista de reproducción actual y por lo que sea, cada vez que la escucho se me escapan las lágrimas. Lloro de ilusión porque sé que pronto me daré cuenta... «de todo, de nada». Este fin de semana me escapé a Coru para estar con gente que quiero mucho y para ver la exposición de Xoel en el Kiosco Alfonso. Directamente aluciné. Entre otras cosas porque no sabía nada de la Caravana Americana y ahora mismo daría un dedo —sin exagerar— por ver a esos músicos subirse a un escenario juntos y revivir la experiencia. En todo el recorrido por la muestra fui detrás de dos niños que iban corriendo, saltando y cantando las canciones de Xoel. Estaban encantados y eso mismo me encantó. Pensé en cuánto me gustaría ver algo así en Ourense. Una exposición didáctica y actual, dirigida a un público quizá más contemporáneo, pero igualmente llena de talento. Salí maravillada. Lloré de emoción. Y ahora Xoel es uno de mis artistas favoritos. ¿O ya lo era? «Y quizás hayas andado el camino ya, cuando mires atrás».