Todo empieza con una llamada y en ocasiones a deshora. A veces del mismo móvil que llevaba tu padre o tu hermana o tu hijo. Después todo cambia. Esa fecha se queda grabada para toda la vida. Todo se mide ya en un antes y un después del impacto de la noticia, del fallecimiento o de las secuelas tan graves de las heridas sufridas por un mal llamado accidente de tráfico. Kilómetros de muchas carreteras plagados de vidas truncadas, sueños que se desvanecen en un siniestro segundo. Lo que pudo ser y nunca más será. Tras la tragedia de un siniestro vial y de los grandes titulares con fotografías que huelen a asfalto y gasolina quedan las familias; los padres, las mujeres, los hijos, los hermanos, los amigos... Queda simplemente el dolor de un drama.
No dejo de recordar mucho la frase tan repetida y oída en ocasiones por familiares de víctimas de siniestros viales: «No te preocupas de esta problemática hasta que te toca». Quizá lo veamos desde la lejanía, pero todos somos parte del problema pero también de su solución: evitar tanto drama. Evitable. Sí, lo que leen. Si cambiamos simplemente nuestra conducta y responsabilidad al conducir cualquier tipo de vehículo. Ya saben: no beban, no corran, no hablen por el móvil, pónganse el cinturón de seguridad. Como decía nuestro amigo Paco Costas, auténtico pionero de remover conciencias y de hacernos saber de la importancia de la seguridad vial en la carretera: «Qué bueno sería tener una segunda oportunidad».
Recuerden que la vida en la carretera, en cualquier avenida de cualquier ciudad, nos puede cambiar con un antes y un después en cuestión de segundos. Solo de nosotros dependerá evitarlo. Ojalá nunca tuviésemos que escribir nombres como los de Lara, Daniel, Fátima, Helena. Maite y tantos otros a los que un mal llamado accidente de tráfico les cambió la vida para siempre.
Benito Bouzada Blanco es técnico en Educación Vial y miembro de la Federación Estatal de Técnicos de Educación Vial