Cuando ya solo quedan unas horas para acabar el año, lo que se tercia es un artículo optimista, quizás sobre buenos propósitos de cara al 2022. Pero no me apetece, no me sale. He estado un rato pensándolo y no se me ocurren motivos para el optimismo. Ojalá me equivoque, pero todo apunta a que el año que viene volverá a ser un año perdido en términos políticos para esta ciudad.
Y, por si fuese poco espectáculo el vivido a lo largo de estos doce meses, el 2021 se ha despedido con una traca final en su última semana. El alcalde, Gonzalo Pérez Jácome, fue a declarar ante el juez en condición de investigado por un delito de malversación de fondos públicos. Pero el regidor está convencido de que todo quedará en nada porque asegura que gastar el dinero de su partido en su televisión es totalmente legal. El juez dirá, pero lo que está claro es que él no ha mostrado ni el más mínimo propósito de enmienda. Más bien, al contrario. «Seguiré haciendo todo aquello de lo que me acusan porque es legal», advirtió Jácome, que insiste en cuestionar la querella de la Fiscalía, como si todo fuese un tremendo montaje contra él, poco menos que una confabulación judeomasónica.
Y, mientras estamos entretenidos con las ocurrencias diarias del alcalde, a lo mejor nos olvidamos de que el año 2021 terminará mañana sin que el gobierno municipal haya sido capaz de aprobar unos presupuestos para el 2022, sin sacar adelante el nuevo PXOM, sin reabrir las termas... En definitiva, sin esperanza hasta las próximas elecciones.