El programa de refugiados ayudó a 182 personas en la provincia de Ourense en 2020

Javier González Sobrado
javier g. sobrado OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Aunque el programa es estatal, en Ourense es gestionado por un grupo de Cruz Roja
Aunque el programa es estatal, en Ourense es gestionado por un grupo de Cruz Roja MIGUEL VILLAR

Cruz Roja busca la integración de las familias solicitantes

21 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En ocasiones, el devenir de la vida provoca que una familia se vea obligada a decidir como la mejor opción para sus miembros el dejar todo atrás y embarcarse en la realidad que supone marcharse a un país diferente. La ONU define como refugiada a toda persona que por motivos relativos a su etnia, religión, nacionalidad o condición social, se sienta atemorizada y por ello impedida a residir o retornar a su país.

En el año 2020, el programa de asilo de refugiados del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que gestiona Cruz Roja en Ourense, recibió a un total de 182 personas en los dos lugares dispuestos para ello en la provincia. Uno es la capital, y el otro O Barco de Valdeorras. Pero esos 182 usuarios no pudieron acceder a este plan al mismo tiempo, ya que el número máximo de plazas está limitado a 42, que es la cantidad de personas que pueden vivir en los pisos acondicionados disponibles para llevar a cabo esta iniciativa.

El programa tiene por finalidad conseguir la integración y posterior autonomía de las personas participantes. Para ello, se separa en dos fases que podrían llevar estos mismos nombres. En la fase de integración, llamada de modo oficial, fase de acogida temporal, las familias viven durante 6 meses en una de las viviendas de asilo con las que cuenta el programa. En esta parte del proceso, el personal de Cruz Roja trabaja, principalmente, en intentar que la familia se integre a su nueva realidad. «Nuestra labor es acompañarlos en ese proceso y trabajamos para que se integren en su entorno más cercano: su barrio, su comunidad de vecinos, su colegio... Que se asienten en el entorno en el que van a vivir», señala María Martínez, responsable de la gestión del programa de acogida.

Tras esta primera fase, en la que la evolución de la integración cambia mucho en función de la situación familiar y el empeño que ponen sus miembros en adaptarse - «muchos van supliendo ciertas barreras con voluntad», subraya Martínez -, la segunda parte del proceso, que dura 12 meses, trata de conferir autonomía a las personas para que estas no dependan ni se sientan necesariamente ligadas a los servicios sociales. «Tratamos de apoyarlos y de conseguir que tengan las capacidades y las habilidades suficientes para encontrar un trabajo y ser realmente autónomos», explica la responsable del la gestión.

El tiempo máximo de estancia en el programa es de 18 meses, lo cual no implica que estas personas rompan su vínculo con Cruz Roja de manera definitiva. Es relativo a las familias y sus circunstancias, ya que «cada una tiene sus peculiaridades», asegura Martínez, pero según dicen desde Cruz Roja Ourense, «la mayoría de la gente se quiere quedar y echar raíces allí donde lleva 18 meses viviendo».

Para que esto ocurra habitualmente, dice la responsable, la sociedad que acoge a las personas refugiadas debe ser una sociedad favorecedora, algo que el pueblo ourensano, asegura, sí es. Una de las causas que, apuntan desde la gestión del programa, provoca esta tendencia al buen recibimiento es el pasado migrante de buena parte de los habitantes de la provincia. «Tradicionalmente, los gallegos sabemos lo que es la emigración. En general la sociedad ourensana es empática con las personas migrantes. Lo hemos vivido en nuestra propia historia», apunta.

Martínez recuerda que una familia que sale de su país en circunstancias de este tipo «no lo hace para irse de vacaciones» y que las intenciones de quien se aventura a este cambio radical en su vida suelen ser buscar algo tan simple como una vida y un futuro mejores. «Sobre todo, salen de sus países para que sus hijos e hijas tengan más y mejores posibilidades. A veces, las personas necesitan una primera oportunidad», concluye.

El idioma es una de las principales barreras a batir para las familias que piden asilo

Una de las barreras más habituales a la hora de conseguir que las familias se integren durante la primera fase del proceso es el idioma. Aunque María Martínez asegura que existen diferencias culturales con la práctica totalidad de los países de los cuales proceden los refugiados, no es lo mismo empezar a desarrollar una vida en un país donde se habla la misma lengua que en tu lugar de origen que hacerlo con más dificultades comunicativas.

Ambos casos se dan en la provincia. Por una parte, hay familias procedentes de países latinoamericanos como Venezuela o Colombia -de parte de las cuales cada vez llegan más solicitudes-. Y por otra, unidades familiares de países como Georgia, Siria o Ucrania. El origen de los usuarios de este servicio social no depende más que de las plazas disponibles y la forma en la cual la estructura de la familia solicitante mejor se adecúa a la optimización del proceso. «Nuestros pisos están preparados para ciertos tipos de unidad familiar. Si una familia encaja mejor en ellos tienen más probabilidad de ir antes», subraya María Martínez. El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones valora si los solicitantes cumplen los requisitos necesarios para acceder al programa y Cruz Roja los distribuye de modo que intenta tener el máximo número de plazas ocupadas.