Y casi sin darnos cuenta nos ha cogido el verano por sorpresa. Las altas temperaturas de estos días nos recuerdan que en Ourense no hay medias tintas y que somos capaces de pasar del frío al calor sin apenas tiempo para que en las oficinas llamen al hombre que cambia el aire acondicionado. Es una pena que la canícula de estos días nos haya pillado con todas las piscinas públicas cerradas. Entiendo que los contratos con los socorristas y los trabajos de mantenimiento tienen unas fechas y unos ritmos, pero también es verdad que sería de agradecer un poco más de agilidad para tener la capacidad de poner en funcionamiento instalaciones como Oira o Monterrei cuando hay una previsión de diez o quince días continuados de buen tiempo. Y es que todos tenemos ganas de verano, con la mente puesta en la llamada nueva normalidad 2.0. Esperemos que el experimento salga mejor que el año pasado y no volvamos a recaer. Cierto es que las ansiadas vacunas ayudan, pero también que el enemigo es imprevisible. Ahora que la llamada generación del «baby boom» ya está en pleno proceso de vacunación también sería un buen momento para agradecer y valorar, con mayúsculas, el ingente trabajo que están realizando desde el Sergas para la vacunación masiva en Expourense o en el Paco Paz. Quien más y quien menos ya se ha vacunado o conoce a alguien muy cercano que lo ha hecho. En mi caso, la verdad es que todavía no me he encontrado a nadie que pusiera una pega a un dispositivo tan complejo y multitudinario. Confiemos en que alcanzada la ansiada inmunidad de rebaño, los ourensanos podamos ir recuperando los veranos tan típicos de una provincia que se entrega en los meses de julio y agosto a las fiestas gastronómicas y a los reencuentros en los pueblos. Este año todavía no será como siempre, pero seguro que todos sabremos comportarnos para que pronto pueda volver a serlo. No creo que nadie quiera dar un paso atrás, así que apliquemos el sentidiño.