Cuando era universitaria mis amigas me contaban siempre sus amoríos esperando encontrar un buen consejo. También me preguntaban sobre qué debían tomarse para el dolor de cabeza -cada uno tiene sus puntos fuertes, eso es así-. Con el tiempo llegaron las peticiones de recomendaciones de libros y de películas. Luego las de restaurantes y vinos. Últimamente se repiten mucho las que son sobre especialistas médicos, no lo niego. Pero, sobre todo, ahora me piden cosas que hacer, a dónde ir, en qué sitio pararse. Siempre he sido disfrutona y buena recomendadora. Quizá es porque a todo le doy valor e interés, porque de casi todo percibo algo bueno. Aunque, por supuesto, si hay un ámbito capaz de generar las mejores sensaciones del mundo ese es el cultural. Como lo sé, como mis amigos lo saben, me preguntan y les contesto. El caso es que cada vez mando más gente a las tiendas y a los bares. Porque ahí se organizan conciertos, se exponen muestras de arte, se imparten talleres y se come de lujo. Porque ahora que el alcalde quiere arrancarnos la cultura -segura, pública y necesaria- somos nosotros los que tenemos que crear espacios para disfrutarla. Gracias a esos que se están rascando el bolsillo y rompiendo la cabeza para que tengamos felicidad, desconexión y aire fresco en un tiempo pandémico. Gracias a los que ya estaban. Al cineclube Padre Feijoo, a los chicos de Sarabela y al equipo humano del Teatro Principal, entre muchos otros. Gracias a los profesionales que, sin trabajo, están aguantando el vendaval y a los que han tenido que buscarse otro para salir adelante. Por ellos hoy os recomiendo que conozcáis la plataforma Emerxencia Cultural Ourense. Porque ojalá se acabe pronto. Ojalá que juntos seamos más fuertes.