Ser ignorante

María Doallo Freire
María Doallo NO SÉ NADA

OURENSE

Agostiño Iglesias

21 ene 2021 . Actualizado a las 16:46 h.

Cuando era adolescente me jactaba de no llorar. Era cierto, apenas lo hacía, pero cuando me metía en una sala de cine... Aún hoy, en todas las películas hay una parte que irrefutablemente me obliga a sorberme los mocos. Pensaba que era emoción, con el tiempo descubrí que se acerca más a un acto de liberación. Porque la cultura nos permite desprendernos —o desatar un poco— todas aquellas aflicciones que guardamos en un cajón del subconsciente. Me creía fuerte y solo era una ignorante. En la universidad era hiperestricta. Tenía incluso plazos estipulados de lectura, para acabar un libro y empezar el siguiente. Y hacía más vida en las butacas del teatro que en el salón de casa. Un día la Pulita, mi amiga actriz que dice ser periodista, mencionó a Tennessee Williams. Estaba leyendo una de sus obras y parecía maravillada. No lo conocía así que me empecé a reír. Puli es mi persona en el mundo —ver Anatomía de Grey— y previendo lo que eso me podía doler, bajó el tono para decirme: «Deberías echarle un vistazo, es uno de los mejores dramaturgos de la historia». Reaccioné de manera primaria, vacilándola un poquito. Ignorancia de nuevo. Al rato, no tardé ni una hora en terminar La gata sobre el tejado de zinc. Pero la cultura es descubrir y es disfrutar de ese viaje. La cultura no juzga y a ella nunca llegas tarde. A los 25 regresé a Ourense. Estuve cuatro años guiando visitas en el Museo Municipal. Refugio de sensibilidad y talento. Patrimonio del pueblo. Me rodeé de Prego, de Seidel, de Souto, Rivada, Moreiras... y se los presenté a cientos de niños utilizando la emoción. Les dejé chillar y acercarse a los cuadros. El arte es una conversación con lo más profundo de nuestro ser. Pero siempre hay quien en vez de hablar, golpea. Se cree fuerte y no es más que un ignorante.