Ayer salí del teatro temblando. Es lo que hacen Jauría y María Hervás. Echo de menos los conciertos, ¿y tú?

María Doallo
Desde el 2019 soy redactora en la sección de Sociedad y Cultura de La Voz de Galicia. Experta en dar noticias buenas (y bonitas). Cuento la historia de personas valientes que hacen cosas

No todo lo que nos ha dado este 2020 es malo. Tenemos al perro verde. Cuando vi la foto en el periódico no me lo podía creer. Otra vez. Tan bonito y distinto. Es algo así como una especie de metáfora, ¿no crees? Como si todo lo menos probable fuese a acontecer en este mismo año. Quizá me aparece un hombre bueno, pues. Lo dudo mucho. Ese animal -me refiero al perro- es algo así como la demostración de que todo es posible. Aunque parezca una tontería, su nacimiento lleva implícito un divertido mensaje de esperanza. Verde esperanza, claro. No sé qué pensará Kutxi Romero de este perro pero sin duda le acaba de reventar el copyright de uno de los temas más escuchados de Marea. Grupo sobresaliente de mi adolescencia. Les vimos el año pasado, en su última vez. Madre mía, lo que me gusta un concierto. Especialmente los que se juegan en campo de tierra, ¿sabes? Como en la explanada de Expourense. Donde todo es a lo grande. La música revienta en los oídos sin dejarte pensar. Solo un par de opciones: o cantar o bailar. Las manos debatiéndose entre sostener una litrona de cerveza y el cigarro. Chaqueta en la cintura y el pelo recogido para ver algo. O todo lo contrario, que a veces no hay nada que ver. Son una terapia antiestrés. Y ayudan a dormir de maravilla, ¿no te habías fijado? La música en directo es un regalazo, sea en la versión que sea, y la extraño. Por eso en mi lista de cosas que hacer cuando vuelva la «nueva normalidad» está ir de una maldita vez a un concierto de Mumford & Sons. O volver a uno de Crystal Fighters. O probar en directo a la Maravillosa Orquesta del Alcohol. O simplemente de nuevo vitorear a los ourensanos Derroche. Venga va. También echo de menos los acústicos en los atardeceres del Náutico de Castrelo de Miño. Ese embalse es mágico. Y una primera cita perfecta, por cierto. Qué envidia sana de los que viven allí, la verdad. Tienen un escondite perfecto.

En su perro verde, Marea dice «el mundo entero no me vale, ayer por la noche me estaba pequeño». Este domingo lo llevé un poco así. Se me pasó al meterme al teatro. Jauría es totalmente demoledora. Hablar de una violación múltiple es complicado. Muy por encima de esa dificultad, están que es necesario y es vital. El repugnante caso de La Manada contado desde la más absoluta verdad. Desgarradora. Que se clava y permanece. Y eso lo consigue María Hervás. Os vuelvo a hablar de esta intérprete porque si Jauría es altamente recomendable, es por mil motivos gracias a ella. María se arranca la piel y se vacía por dentro. Desde la butaca percibes como la actriz se transforma en la víctima. Desaparece para convertirse en otra. Hace que sientas lo que ella siente hasta el punto de ahogarte, de dejarte sin aire y de obligarte a reflexionar sobre la parte de culpa que tenemos todos en un caso como este. Hervás es así. En la obra Iphigenia en Vallecas me hizo llorar tanto que mi madre se asustó y me abrazó preocupada. Dice que se pasó años sintiéndose el perro verde, supongo que ser capaz de habitar así los sentimientos ajenos lleva consigo una tremenda sensibilidad. Y los necios no entienden de eso. Bendito perro verde, María. Me quedo con que Jauría demuestra que la cultura no solo libera también ayuda a cambiar el mundo.