La pandemia del covid-19 sigue marcando nuestras vidas a través de distintos prismas. El sanitario, con la lógica preocupación por la salud de familiares y amigos; el económico, con los sobresaltos en las actividades laborales y empresariales que sostienen a millones de familias; sin olvidar tampoco el psicológico, que afecta de lleno a muchas personas, obligadas a sacar fuerzas de flaqueza para superar momentos delicados.
En medio de ese marco poliédrico que encierra nuestro presente, el deporte puede parecer insignificante, pero ya fue especialmente útil para afrontar un confinamiento que nos pilló por sorpresa el pasado marzo y también es un medio de vida -de mayor o menor calado- para un buen número de trabajadores.
Sus titulares son elocuentes, allá dónde miremos. Aquí, si los entrenadores del Barça de baloncesto dan positivo, o un asado con futbolistas amenaza con contagiar a más de un equipo. En París, si Alexander Zverev, marcado por su irresponsabilidad en aquella fiesta con Djokovic, se atreve a jugar un partido con fiebre y malestar general, sin avisar a nadie. Y tan lejos, en el mundo de Disney, llama la atención el éxito de la burbuja de la NBA, en contraste con lo que sucede en la NFL, con casi una veintena de positivos en un único equipo, Tennessee.
En una ciudad como la nuestra, el anuncio de un posible segundo encierro levanta ampollas. El Ourense CF ya se confinó diez día tras un positivo y a la UD Ourense le pasaron rozando otras pruebas que confirmaban la existencia del virus. Ese covid-19 con el que debemos aprender a vivir, tanto como a protegernos de él, siendo responsables.