Vaya fin de semana de fútbol me planté entre pecho y espalda, sin recurrir a los partidos de los grandes de Europa, ni a los canales de pago que me llevan más allá de nuestras fronteras.
Llegamos por fin a los días señalados para situar a dos equipos ourensanos en una fase de ascenso a la Segunda B. Ocho años habían transcurrido desde que el añorado CD Ourense firmó una de sus últimas gestas, frente aquel Laudio vasco. Luisito y sus chavales de esa plantilla le dieron una gran alegría a una provincia que vive el balompié con pasión y que, de cuando en cuando, se solaza con esos placeres mundanos.
Esta vez comenzamos en O Barco, en una especie de batalla de David contra Goliath, en la que -desafortunadamente- el gigante salió muy enchufado y no nos dio opción alguna. Al de la honda le llaman en Valdeorras Rey David y es berciano. Vaya gol olímpico clavó el tío y se quedó tan ancho. Con 2-1, los de Manolo Pérez demostraron por qué habían llegado a Balaídos, pero otro tanto del Compos le puso precio final a la cuenta.
Al día siguiente el Ourense CF mantuvo vivo el sueño. Fran Justo y sus chicos son una auténtica piña, tanto da que juegue uno como otro. Puede aparecer Martín Lamelas cuando más falta hace para allanar el camino o Cristian Parra para cerrar a cal y canto su portería. Renan y otros muchos, siempre están cuando se les necesita. La fiesta continuará, el día del Apóstol, mucho más. Y, antes, como guinda, el Celta se salvó aunque no hizo los deberes. En lo bueno y en lo malo, qué grande es el fútbol.