Démelo todo

Pablo Varela Varela
Pablo Varela EL APAGÓN

OURENSE

29 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Permítanme ser escéptico con eso de que, tras la epidemia, nada será lo mismo. Una de las cosas que tiene vivir en una sociedad apresurada es que todo pasa por delante de tus narices una y otra vez, como para recordarte que has fallado y, seguramente, volverás a hacerlo. Estos días, la diana en la que caen todos los dardos es la ciencia. A la espera de un final, ya no feliz, sino simplemente un final, se mira a diario a los investigadores como si casi todo dependiese de ellos.

En cierta manera así es, pero la vida está plagada de contradicciones. Una es pedir soluciones inmediatas a quien le dieron migajas, como el que pasa el rato tirándoselas a las palomas en el parque. Suele ocurrir. Se piden milagros con las vacunas como si fuese la multiplicación de los panes y los peces. Y lo más importante: cómo demonios no estaba ya inventada. A quién se le ocurre. Por el momento, lo que sabemos a ciencia cierta es que por racanear donde no se debía todos estamos en casa, apelando a diario a una canción de finales de los 80 que, a falta de las charangas de verano, ya ha hecho su agosto desde los balcones. Resistir es posible, claro que sí. Y recordar cuando todo haya pasado, también.

Hace unos días, un investigador de la USC me decía que en diciembre contaba los días para marcharse a otro país hasta que apareció el virus, que trajo consigo una paradoja: a los que se miraba habitualmente de reojo, como el cajero del supermercado, el empleado de la limpieza o mismamente los científicos, pasaron a ser vistos como imprescindibles. Es la revolución de los invisibles. Falta por ver si, llegado el momento, nos olvidamos de nuevo de ellos.