No habéis entendido nada

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro TRIBUNA ABIERTA

OURENSE

07 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando vi el cartel carnavalero de mi amigo Antonio Fernández Torcuato, Cesteiro, sabía que causaría polémica. Y no por el cartel en sí, del que se han hecho cientos a lo largo de la historia del entroido de Verín, sino porque la estupidez ya ha llegado al culmen de todo lo imaginable. La estupidez se ha convertido en censura. Y todo lo que no vaya con la moral del presente, fundamentada en la absurda corrección política, es sospechoso de infame (por no decir fascista y machista y tierraplanista, cosas así). Lo del cartel con la sensual enfermera y la etiqueta «nonsepecha» no sería comprensible en un tiempo distinto a este, y los de Verín me entienden: el carnaval. Pero resulta que estamos a las puertas, y que el carnaval todo lo inunda, y que el cierre del paritorio que ya se ha abierto va a estar de actualidad. Pero la corrección política, la censura, no deja pasar una. Y fueron a morder, como siempre.

Y hablo por propia experiencia: si te apartas del rebaño, peligro. Miren que hasta a alguno, que ha publicado cuarenta libros en gallego, le dan lecciones de galleguismo. Y ese es el problema que reposa en todo esto de lo que hoy hablo: las lecciones. Observo una superioridad moral, una suerte de supremacismo ético, que no soporto. La gastan algunos que se creen con derecho a juzgarlo todo y a distinguir entre lo bueno y lo malo. Lo gastan los que ordenan cómo debes hablar. En qué debes creer. Cómo debes vestir. A quién debes votar para no ser un «ignorante» (un diputado nacionalista llamó «pobo ignorante» a todos los gallegos tras las últimas autonómicas). Cómo debes escribir, o de qué. A quién debes aplaudir, por afinidad política, independientemente de su talento o valía. Me harta que el caballo de la estupidez cabalgue con tanto ímpetu. Y contra él, nada hay que hacer. Solo ser tolerante. Creer en la libertad y en la equidad como seguimos creyendo, pese a tanto. La libertad que no hace daño. Más daño le harán al carnaval los que lo inunden con sus vómitos de alcohol y su brusquedad y su grosería (a esos no los queremos, dijo el alcalde, y yo me sumo). Miremos hacia el futuro. Espero que sea mejor que este presente de vituperios y condenas. Dejadnos vivir libremente. En carnaval, por lo menos.