Pueden llamarme antiguo, de los de ir al fútbol cada domingo, truene, llueva o nieve. Y no es tanto por profesión como por vocación, así que puedo admitir en consecuencia que me molan los derbis. Tienen otro sabor, se disputan con una actitud más intensa y, por supuesto, emocionan.
En ocasiones, incluso tienen ganadores y derrotados, pero si de algo podemos dar fe los que peinamos canas es de que la alegría va por barrios y es tan volátil que puede cambiar de rumbo en un abrir y cerrar de ojos.
Me gustaron muchas de las cosas que vi en el duelo de Tercera División en O Couto. Sobre todo lo bien que jugó al fútbol en muchas fases el Ourense CF, pero también la actitud y el pundonor de una UD Ourense que se volcó con el alma, incluso cuando no le salió nada de lo que tenía previsto. Dicen algunos que saben mucho de balompié que es un juego de sensaciones y que lo hace grande la facilidad con que todo gira.
Pase lo que pase de aquí en adelante, creo que el vencedor del derbi está haciendo bien los deberes y sus integrantes son los primeros que saben lo complicado que será encaramarse en el top cuatro, ese que muchos ya le dan por conquistado. Tampoco me voy a cargar al club rojillo que mantiene vivo un sentimiento, por muchos partidos que pierda. Y máxime cuando pelea por arraigar sus bases en una ciudad que los adora.
Eso sí, no puedo pasar por alto lo triste que me parece que se insulte a voz en grito a deportistas como Dani Portela, Germán Nóvoa o Martín Lamelas -y a cualquier otro-, por no ir con la mayoría. Pero eso ya me parece una batalla perdida. Lo siento.