Padre hay más que uno

Edith Filgueira DE ALGUNA MANERA

OURENSE

20 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Me cogió de la mano la primera vez que fuimos de cámping y pisé descalza el césped. «Pusiste cara de grima y empezaste a dar saltitos», me recuerda riéndose de cuando en vez.

No se quiso perder tampoco mi primer día de colegio. Así que pidió permiso en el trabajo para ponerme el mandilón y soltarme la mano en la puerta de clase. Aunque después volvió a dármela cuando tuve miedo a meterme en el mar aquel mismo verano.

Nos pasamos las noches de septiembre del 97 vacilando a un repartidor de publicidad con un láser desde la terraza de un hotel en Tenerife. El último día de las vacaciones nos lo cruzamos cuando volvíamos de cenar. El pobre miraba para todos lados por si en cualquier momento aparecía ese punto de luz roja que se reflejaba en las lunas de los coches mientras él colocaba los papelitos bajo los limpiaparabrisas. Le pedimos perdón, porque era lo correcto, sin poder evitar las carcajadas de después.

En la mesa de su ordenador todavía hay dibujos de los que le hice cuando iba al colegio. Dibujos y una gorra que tardé un par de semanas en pintar.

Estos días miré mucho la gorra mientras le daba vueltas a si tiene sentido mantener el Día del Padre tal y como lo concebimos. Porque habrá niños que tengan dos padres o dos madres. Que sean adoptados por una mujer o concebidos a través de inseminación artificial y no tengan una figura paterna tradicional. También pensé en los que perdieron a sus padres y estuvieron observando cómo sus compañeros de pupitre elaboraban regalos.

Padre hay más que uno.