En un país en el que alguien se mete a ministro sabiendo que defraudó a Hacienda o que hizo el trabajo de fin de máster copiando de Wikipedia uno no sabe si es porque son muy tontos o porque son demasiado listos. En esto del copia-pega -que en realidad ya existía antes de Internet, solo que era más difícil y requería enciclopedia- se podría decir eso de que ‘El que esté libre de pecado que tire la primera piedra’. Lo malo es que no es lo mismo hacerlo para un trabajo de Sociales del colegio que para un posgrado, aunque lo uno pueda acabar derivando en lo otro. Lo malo es que no es lo mismo estar en tu casa, sabiendo que la liaste, que en un despacho con cartera. No extraña tanto la trampa de la ministra de Sanidad -así somos, ya lo dicen los tuiteros: el día que revisen el «Nivel de Inglés: alto» va a ser el acabose- como que se metiera en el jardín de Pedro Sánchez sabiendo que había hecho trampa.
¿Entonces qué? ¿Muy listos o muy tontos? ¿Con luces o sin ellas? Porque la política tiene mucho que ver con la iluminación. Veamos en Ourense. Al alcalde -que ayer volvió a demostrar en su presentación que es un sentimental- le gusta encender la Navidad y que Ourense brille mucho. Al presidente de la Diputación -que volverá a presumir de los presupuestos más madrugadores, unos que dedican menos dinero a inversiones y más a personal- le gusta encenderse a sí mismo, a ver si brilla. Pero ni el alumbrado de uno ni la iluminación del otro llegan al nivel de las luces espaciales de Abel Caballero, el alcalde de Vigo y, precisamente por eso, el de muchos ourensanos. Esta semana anunciaba la instalación de las luces de Navidad, aseguraba que le preguntará al ministro astronauta cómo se verá Vigo desde el espacio y se comparaba con los dirigentes de algunas de las ciudades más importantes del mundo. Mucha risa. Pero en algo tiene razón. Con la que está cayendo solo nos queda acuñar su frase prenavideña: «Esto es el no va más». Pues eso.