stamos a apenas una semana de que comiencen las fiestas navideñas y parece que falta mes y medio. Este año en Valdeorras no ha caído nada de eso que se llama espíritu navideño. La iluminación, en muchos concellos menor que en otros años (cuando no nula), ambienta unas calles en muchos casos vacías. ¿Dónde van las colas en las tiendas? ¿Dónde van las bolsas llenas de regalos y papeles de colores? ¿Dónde los villancicos? Nunca pensé que los echaría de menos, y ahí estoy, suspirando por un hacia Belén va una burra rinrín. Ya nadie canta. Ya ni siquiera estamos hartos, a estas alturas, de comer turrón y polvorones.
A ocho días de la Nochebuena, la alegría que se presupone a esta época, es más pobre que nunca. Es un mal común a toda la provincia, pero en Valdeorras se nota mucho. En la pizarra la situación no está para tirar cohetes precisamente, la exportación va subiendo lentamente, donde no sigue cayendo. Y eso es algo de esperanza para el que conserva el puesto, y nula para el que lo ha perdido. Y si la pizarra no mueve, Valdeorras entera no se mueve. No hay el cash del que habla Carmen Lomana para poder gastar en el comercio, ni para irse a tomar los vinos, ni para gastar, que se supone era lo que había que hacer (por tradición) en esta época. Así que más de uno confiesa que los gastos, aunque sea navidad, serán los imprescindibles. Y la navidad es más triste. Tan triste que estos días solo hace frío, el frío del invierno, no el de la navidad.