Clases con mucho humor

mar gil OURENSE / LA VOZ

OURENSE

El artista defiende la formación de espíritu crítico en los alumnos

30 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Los Salesianos cruzaron las vidas de dos hombres con humor. El de Sergio Pazos (Ourense, 1965) es público y televisado. El de Mariano Abad (Segovia, 1931) lo conocen todos sus antiguos alumnos, los mismos que, como Sergio, recuerdan lo bien que encajaba el mote de El cubanito.

Se lo ganó por su piel morena y por ese acento cautivador herencia de su periplo por Venezuela. Allí llegó enviado por los Salesianos, que lo querían en la congregación; pero Mariano descartó la vida religiosa y se quedó con la educativa. Ejerció la docencia en Caracas, donde conoció a su mujer, una ourensana que lo arraigó, ya en los años setenta, con una tierra en la que ahora goza de la jubilación y con un colegio, el de los Salesianos, donde fue todo un personaje.

«Nos decía que había sido boxeador y que había estado en Cuba -se ríe ahora Sergio Pazos-. Para nosotros era Don Mariano, El Cubanito. A mí entonces me llamaban Luis porque soy Luis Sergio. Tengo un hermano mellizo y, como él se llama Ángel y era más bueno, a mí me quedaba lo de demonio. Entonces aquello era un mundo: en el colegio había vacas, gallinas, hacían la matanza; tenían cine, campos deportivos... A su manera se preocupaban del deporte y la cultura».

Con madre maestra, Sergio aprendió a leer muy cerca de su casa de San Cosme, en el ya desaparecido colegio Nuestra Señora de La Paz. «Íbamos de casa con el mandilón puesto, era un colegio privado, muy pequeñito. El primer día que llegué a Salesianos, en 4º EGB, nunca había visto tantos niños juntos». Allí estuvo hasta COU y allí encontró el camino por el que ahora avanza: «Teníamos un profe de inglés, Gerardo Aguado, un cura muy avanzado. Hacía vanguardia de teatro y nos fue metiendo el gusanillo. Yo alucinaba con Raphael y en 6º, en el festival de playback que había cada año, grabé Estar enamorado; me vestí como él y puse a todos los amigos en la primera fila echándome claveles. Me llevé el primer premio y dije: pues esto es muy divertido».

En la academia Clara Silva, Sergio fue «descubierto» para el teatro con una parodia de Benny Hill. «Me vieron Xosé Lois González y Manolo Guede y me dijeron que fuese a su taller de gente joven. Entré en Caritel y decidí hacer Magisterio para poder quedarme en Ourense y seguir ensayando. Mis compis iban a la disco y yo, a ensayar. Tuve suerte porque en el 87 ya estaba actuando con el Centro Dramático Galego, empecé en la TVG, tenía trabajo y me lo pasaba pipa».

En su última mirada atrás, una reflexión: «Los jóvenes han ganado en libertad, pero nosotros teníamos mucho compañerismo». Un valor que, como muchos otros en esa misma línea, aprendió en el hogar y que quiso transmitir a sus alumnos en las prácticas de Magisterio: «Los enseñaba a dudar del profesor, a ser críticos. Les decía: ¿Por qué os creéis todo lo que os dice un adulto?».

«D. Mariano, cuenta Sergio, tenía un dicho: No se-a-burra porque, si se aburre, no atiende y, si no atiende, no entiende y, si no entiende, suspenderá». «Nos estaba llamando burros y nosotros, sin enterarnos», se ríe. «D. Mariano era un chollo porque era el bueno. Había alguno que nos daba con la regla en las uñas, pero él nunca se enfadaba; hacía de malo, pero nunca le salía bien». Sergio lo recuerda como profesor de lengua, griego y dibujo técnico.

«Sus hermanos eran más serios, pero Sergio era idéntico a como es ahora. En aquel tiempo el buen humor lo tenía también en clase. Yo también era viva la juerga -admite Mariano-. A mí no me gustaba aquella disciplina». Ambos comparten una anécdota impulsada por otro profesor, Néstor: «Yo me sentaba con mi hermano Ángel y tenía mis tácticas para copiar -cuenta Sergio-. Una vez Néstor nos separó porque sospechaba, pero resultó que volvimos a hacer el examen igual. Dijo que sería cosa de mellizos».