Las urnas del PP

Antonio Nespereira

OURENSE

14 ene 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Las urnas en el PP son como el brazo incorrupto de Santa Teresa. La extremidad de la mística de Ávila era un fetiche para la cristiandad que estuvo recluido en los aposentos del general Franco en El Pardo hasta que los restos del extinto caudillo se sepultaron bajo una losa en el Valle de los Caídos. Muerto éste, el brazo perdió su misticismo. Las urnas salen estos días de los desvanes de la sede del PP una vez que la transmutación del poder hegemónico del líder provincial de las últimas dos décadas requiere su utilización. Algunos en el partido parecen ignorar el significado del cubo de cristal, un recipiente en el que se deposita la voluntad en forma de voto. Pero los sufragios que caen dentro se antojan tiznados de favores, cuando no de presiones («tu xa sabes o que é un fillo e pídoche que o votes»), por lo tanto huérfanos de libertad. Las urnas no son para adorar, como el vestigio de la santa. No son peanas ante las que postrarse, pero conviene dejar que sus usuarios profesen su fe en libertad y elijan a qué mesías quieren seguir por los angostos caminos de la política. Y, mucho menos, las urnas son juguetes a los que dar un puntapié si el resultado no te gusta. Además de ese peligro, que el partido se conjure para que las urnas no vuelvan al desván y permanezcan olvidadas. Como el brazo de Teresa de Ávila.