Su apellido se asocia a la pediatría, una rama sanitaria que le hace feliz, aunque la profesión pase hoy por trances difíciles
01 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.El apellido puede ser pesado como una losa o la llave maestra que abre todas las puertas. Él lo recibió orgulloso y lo transmite como una divisa. «Pesa y exige». Federico Martinón Sánchez atesora una ingente experiencia en el cuidado de miles de niños, una dedicación que recibió de su padre, el recordado Federico Martinón León, y que transmite a sus hijos. Nació en la muy céntrica Cardenal Quiroga, en el número 13, un lugar en el que anidan buena parte de los recuerdos. El territorio emocional de la infancia siempre es fecundo, sobre todo si es feliz. Da la sensación de que sus primeros años lo fueron. Es el mayor de cinco hermanos y tres optaron por lucir bata y fonendoscopio en el campo de la pediatría.
Vamos, que llevar Martinón detrás del nombre y no ser especialista en salud infantil es como apellidarse Botín y no ser cliente del Banco Santander. «No te digo que no haya un componente genético, pero lo que sí es cierto es que llegamos todos a la medicina espontáneamente, sin ninguna imposición», matiza Federico. Sin embargo, algo se le habrá pegado en aquella casa y consulta paterna a la que iban decenas de niños aquejados de múltiples patologías que por fortuna la investigación fue paliando o erradicando. «En mi casa siempre había mucha gente, las chicas de servicio, mis hermanos o los niños que atendía mi padre, pero nunca me sentí agobiado», recuerda. Estudia en las monjas de Santo Domingo -«fui discípulo de sor Sabina, todo un carácter»- o en Cisneros y luego Medicina en Santiago.
«La formación en la facultad no era muy buena y la experiencia y el esfuerzo fueron allanando mi camino». Al segundo año de licenciarse ya era profesor titular de Pediatría «y tengo que reconocer que el campo de la enseñanza siempre me entusiasmó y llegué a formar a unos 70 pediatras». Comienza a ejercer en Ourense en 1970 y siete años más tarde obtiene el número uno en la oposición para la sanidad pública, aunque sigue aún hoy con la consulta privada, «porque es perfectamente compatible si se ejerce con profesionalidad y honestidad».
Tiene siete hijos y cuatro también han ido por el camino de la medicina, con varios premios extraordinarios de fin de carrera. Vamos, como para acomplejar a cualquiera. Él lo ve natural: «Todos vivimos entre libros, siempre tuvimos un gran afán de superación y yo nunca tuve que estar encima de mis hijos para que estudiasen». Una suerte.
Viene de familia numerosa y su prole también es abundante. Hoy este modelo es una excepción. Las parejas se conforman con uno o dos vástagos. Martinón dice que «ahora nacen pocos niños y ya bastante tenemos con conservar la buena salud en todos ellos». Pero, ¿por qué la natalidad se estanca? «No creo que las parejas no quieran tener hijos por comodidad o porque les obliga renunciar a otras posibilidades vitales, sino porque no se atreven porque el mundo ha cambiado y las ayudas son más simbólicas que reales», matiza.
Sanidad
En tantas décadas de ejercicio profesional y con responsabilidades a su cargo (sigue como Jefe de Departamento de Pediatría del Complexo Hospitalario), tiene una clara opinión de la delicada situación que atraviesa la sanidad pública. Y la lanza sin titubeos: «En esta materia siempre se está empezando e improvisando y se nos pregunta poco a los que sabemos algo». La reflexión que le acompaña, también deja su carga de profundidad: «Ya no recuerdo cuántos directores y gerentes han tenido los hospitales, algunos de dudosa profesionalidad, con buena voluntad, pero esto último no llega para arreglar los problemas».
A la sanidad siempre se la comparó con ese gran saco sin fondo, capaz de engullir dinero de forma desbocada. «Los recursos no se aplicaban bien cuando se administraban desde Madrid, como tampoco ahora desde Santiago».
Tal vez en este contexto florezca un debate público que retroalimentan los políticos para hostigar al contrario, de ahí que las noticias sociosanitarias aparezcan más cerca de las páginas de sucesos que de las que recogen significativos avances científicos. De todos modos, Martinón se aleja del discurso de las siglas «porque no suelo mezclar la política con estas cosas».
No reniega de la política ni se siente «comprometido» con las siglas de ninguna formación, «aunque tengo mis ideas». Y no es ningún secreto que su ideario planea por los alrededores del PP. «Dejé que utilizasen mi nombre para algunas candidaturas, pero nunca he tenido un cargo ni lo he pretendido, aunque me gusta la política».
Una actividad profesional intensa, una familia numerosa que le absorbió mucho tiempo y otros factores un tanto inconcretos parece que le alejaron de los oropeles de la representatividad política en las instituciones. De todos modos, tuvo muchos ofrecimientos, «tanto del PP como de otros partidos», pero dejó pasar la ocasión. Tal vez ese tren ya no se detenga de nuevo ante su puerta y él no añore haberlo perdido.