Ellas salen a la calle y ellos se quedan en clase

Fina Ulloa
Fina Ulloa OURENSE

OURENSE

08 mar 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

?entro de los actos convocados ayer en la capital para conmemorar el Día de la Mujer Trabajadora destacó, por lo original de la propuesta, el celebrado en el IES Otero Pedrayo. Allí algo más de 300 mujeres -alumnas, profesoras y trabajadoras no decentes- abandonaron sus puestos y rodearon con una cadena humana todo el perímetro del edificio educativo, mientras cantaban letras reivindicativas a ritmo de sintonía de Shin Chan y batiendo cacerolas. Mientras, en el interior del centro, los hombres seguían en sus puestos habituales. ¿Objetivo? «Mover á reflexión, provocar o debate sobre a situación actual, facer presente o peso real da muller na sociedade e reflexar o que pasaría si, de pronto, todalas mulleres do mundo se puxesen en folga». Así lo explicaba Begoña Muñoz, una de las profesoras del centro. Ellas, las alumnas, lo entendieron a la perfección. Un rápido muestreo permitió comprobar que además de saberse la lección por oídas -bajos sueldos, más tiempo de trabajo, malos tratos- también reconocían que hacían muchas más tareas del hogar que sus hermanos cuando llegan a casa. Pero, ¿cómo lo veían ellos? En el centro la mayoría de las aulas estaban semivacías y sin profesora -el claustro es mayoritariamente femenino-. Los chicos permanecían sentados en sus pupitres o charlando de pie, mientras afuera se escuchaba la voz de sus compañeras. También dieron su opinión. Alguno reclamaba un día del hombre y en general opinaban que no es cierto que las mujeres trabajen más. Según dicen, en sus casas papá y mamá trabajan igual cuando llegan de su empresa. Escarbamos. ¿Ah sí? ¿Y quien hace la compra?, preguntamos. «Bueno, eso mamá», responde la mayoría. ¿Y quien pone la lavadora?. «También mamá». Casi todos acaban reconociendo que es ella quien plancha siempre, les lleva al médico o a comprar ropa, limpia baños y azulejos, cristales... Salvo uno. Él comenta que en casa la igualdad es real, incluso en las tareas que realizan él y sus hermanas. ¿También planchas?, preguntamos. «No eso no», contesta. ¿Y tus hermanas?, insistimos. «Ellas sí». ¿Son mayores que tú?, aventuramos. «No -dice-, son dos años más jóvenes que yo». ¿Y por qué tu no planchas y ellas sí? «Porque no me gusta», dice. ¿Crees que a ellas sí? Se lo piensa unos minutos. «No, bueno -dice encongiéndose de hombros-, no sé».