El efecto Bin Laden

Pepe Seoane OURENSE

OURENSE

MIGUEL VILLAR

Perfil | Manuel de Prado González El letrado ourensano asume la defensa del periodista encarcelado por su presunta vinculación a Al Qaeda

13 sep 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

¿Y qué pinta un abogado de Ourense llevando la defensa de Taysir Alony, el periodista que acabó definitivamente instalado en el estrellato al conseguir después del 11-S una entrevista con Osama Bin Laden para la cadena de televisión Al Yazira y ahora está encarcelado por orden del superjuez Garzón? Es, seguro, la pregunta que el pasado lunes se hacían en la Audiencia Nacional cuando Manuel de Prado se presentó allí como letrado de Alony. Es uno de esos casos que resultan especialmente golosos para cualquier abogado, uno de esos asuntos que por su repercusión mediática siempre acaban cayendo en manos de las estrellas de siempre. Esta vez, sin embargo, no. El azar ha sido determinante, cierto, pero no sería suficiente de no mediar una demostrada vocación y una gran confianza en la capacidad de este profesional ourensano que con 35 años se ha encontrado en las manos con un asunto de esos que permiten alcanzar la fama en un par de saltos. Manuel de Prado era el domingo pasado, hasta que a mediatarde recibió una llamada telefónica desde Andalucia, un abogado con ganas de trabajar. El colegiado 711 de Ourense. Se licenció en Madrid, empezó a trabajar en la asesoría jurídica del hospital Nosa Señora do Cristal, desde donde saltó al Concello de Ourense, para formar parte del equipo de trabajo del peri del Casco Vello. Su actividad profesional durante los últimos años se ha centrado en el ámbito penal (Galo I y II, de narcotráfico), pero ello no le ha impedido, paradojas del destino, poner en evidencia una y otra vez al gobierno municipal en el conflicto de las ex ludotecarias, a cinco de las cuales él defiende. Una semana El domingo pasado lo llamaron desde Andalucia. Si sumamos una relación de amistad, (dos, realmente: la suya con la persona que lo llama y la de ésta con la esposa de Alony), con una buena dosis de fe en su aptitud, encontramos a Manuel de Prado el lunes por la mañana en la madrileña glorieta de Colón y en la Audiencia Nacional, donde topó a dos colegas dispuestísimos a defender al periodista, un hombre a quien, hasta ese día, no conocía. Como tampoco sabía de la existencia de una Unidad de Inteligencia Exterior en la policía española, ni de las medidas de seguridad que rodean al juez Garzón. Abrumado por el interés que ha despertado el caso, sobre todo en la prensa internacional, (lo han llamado de todas partes, desde Al Yazira a la CNN, pasando por Reuters, Le Figaro, o Newsweek), Manuel de Prado se escuda tras el secreto de sumario y, prudente, intenta seguir su vida y mantenerse, en la medida de sus posibilidades, alejado de los focos. Hasta que pueda y si antes no le afectan el desdén o las puñaladas de tantos envidiosos como va a encontrar. ¿Y del caso, qué? Esa es otra historia.