Escoitar a Roberto Verino

| XOSÉ CARLOS CANEIRO |

OURENSE

BOLEROS A LA LUZ DE LA URNA

21 may 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

DE NENO, eu quería escribir unha novela de indios. Indios y vaqueros torturados nun deserto de sol con sabor a despedida, no sé, una chica que se va y deja a Toro Sentado más sentado todavía, o un vaquero que toca la trompeta exiliado en la frontera de un sueño que no puede ser, maldita sea. Me vestía con un par de cartucheras y dos pistolas de martinicas en el callejón que estaba frente a mi casa, a cien metros del negocio de los Mariño, que más tarde se convirtieron en un mito del progreso, del buen hacer empresarial, del ingenio y de la fama. Roberto Verino vendía clase y elegancia y astucia y diseño. Por eso cuando Roberto Verino habla como ha hablado () a uno le viene la tristeza encima como un pelotón de infantería. As palabras teñen que estar á altura do que fala ou, de non ser así, son un lastre que nunca nos abandona. As palabras definen, do mesmo modo que definen as miradas, a sensibilidade, a intelixencia, os abrazos, as cancións que escoitamos mentres a megafonía electoral pide que votemos para cambiar, por ti, por el futuro (como caracolas). Sinto tristeza por ser de Verín e escoitar a Roberto Verino como unha apisonadora. Envolto no ruído de sables desta campaña tan mediocre e insulsa (tan mediocre e insulsa, reitero). Por este motivo voy a regresar a mi pasión infantil. Escribir una novela de indios. Pensaré en el trompetista tirado, como Kevin Costner, en la frontera de un sueño. Bailando con lobos mientras unos ojos, verdes tal vez, acarician mis dedos en cualquier callejón de la vida. Como un rayito de luna, te lo juro.