Cuentas anónimas con banderita rojigualda y marca azul redoblan su actividad en las redes sociales en estas fechas navideñas. Humanos y bots se empeñan en transmitir a la ciudadanía, a través de opiniones poco sensatas y mensajes alarmistas, una sensación negativa y catastrofista de la situación del país, del mundo y de nuestra civilización. No lo hacen por ideología. Quieren algo a cambio. Pasta y poder.
Durante la dana de Valencia, desde círculos ultraderechistas intentaron vender el mantra de que «solo el pueblo salva al pueblo». Denigraron el trabajo de los poderes públicos, de la policía, del Ejército, de los sanitarios y de instituciones como la Cruz Roja. Hicieron activismo contra ellos. Y enfatizaron el rol jugado por organizaciones siniestras y aventureros cuñadistas. Se ayudaron a sí mismos. Ganaron fama y fortuna. Se apropiaron de donaciones y se convirtieron en influencers. Y ahí siguen. Son los mismos que ahora critican y demonizan las balizas V16 y, a la vez, las venden tuneadas a precios de escándalo. ¿Doble moral? Morro puro y duro.
A esta gente, y a los partidos con los que están alineados (piensen en verde), la «crisis de confianza» de la que alertó sabiamente el rey les renta mucho, en sus carteras y en zurrones de votos. Si triunfa el «todo va mal», ellos se forran.