La inmediatez

Elisardo Becoña CATEDRÁTICO DE PSICOLOGÍA CLÍNICA EN LA UNIVERSIDADE DE SANTIAGO

OPINIÓN

Dado Ruvic | REUTERS

06 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El mundo de la inmediatez se va implantando en nuestra vida como algo normal. Queremos que todo sea rápido, instantáneo, al momento, sin esperar, en tiempo real. Las redes sociales lo potencian: lo cotidiano, lo que está pasando, se quiere conocer al momento. Pero vivir aceleradamente no es bueno ni para la salud ni para el manejo del estrés. La inmediatez lleva a que muchas personas sufran al verse encadenadas a ese ritmo, al que creen que no pueden renunciar. Esto se aprecia sobre todo en las nuevas generaciones.

Cuando se está convencido de que todo tiene que ser inmediato, y no lo es, como es normal y habitual en muchas situaciones, aparece la impaciencia, la frustración, el cabreo, la crítica, la ansiedad, el malestar sin posibilidad de reducirlo, por no conseguir eso que se desea al instante. La cabeza no admite que haya que esperar un tiempo, a veces corto, pero que subjetivamente considera excesivo.

Lo dicho se aprecia en las noticias. Hoy es raro leerlas en primer lugar en los periódicos que se imprimen y que salen cada mañana. Entran por las redes sociales, lanzadas ininterrumpidamente por personas o periodistas que están viviendo ese acontecimiento, con minutos u horas después del mismo. El móvil permite su fácil acceso. Parece que todo tiene que ser instantáneo, como si el lector estuviese dentro de la noticia. Ello no facilita reflexionar sobre ellas, con noticias que muchas veces no hemos buscado. Ante la cantidad abrumadora de información que reciben, algunos ven difícil filtrar lo relevante. La sobrecarga de información produce ansiedad, estrés y, en algún caso, aislamiento social. De ahí que los sesgos cognitivos son cada vez más habituales en las personas. Pueden formarse a partir de ver solo las noticias que les envían. En tal caso, solo se fija en lo que les presentan. Lo que no les presentan deja de existir, como si no fuese con ellas.

Toda época tiene sus características. Hasta no hace mucho todo era más pausado, meditado, razonado, pensado. Antes la comunicación se hacía por carta, telegrama o teléfono fijo. Esto es historia. Hoy es inmediata por el móvil, WhatsApp o redes sociales. Incluso se imponen las comunicaciones electrónicas a nuestro email por parte de la Administración como lo normal. Luego sufrimos plazos largos para que nos contesten.

La solución a la inmediatez, a la impaciencia, es más fácil de lo que pensamos. Está en la calma, la reflexión, el sosiego, el poso, la no saturación, la desconexión. Pero cada vez esto es más difícil que ocurra.