En los próximos años se jubilarán más de 500.000 autónomos. El envejecimiento del colectivo, unido a la falta de relevo generacional y, sobre todo, al hastío que acumulan, incapaces de seguir adaptándose a las nuevas y continuas leyes que salen de Bruselas para controlar hasta el aire que se respira en la empresa, siempre unido a un mayor coste económico que la hace menos competitiva, provocarán el cierre de miles de negocios en los próximos años.
Los autónomos sienten gran amargura y frustración viendo cómo la Unión Europea se ha convertido en una infernal maquinaria al servicio de los gobiernos, controlada por una élite muy bien pagada que vive al margen, a veces, en contra de los ciudadanos y de las empresas y autónomos.
La UE ha dejado de promover la libertad de mercado y el espíritu emprendedor para dedicarse a promulgar directivas y reglamentos, a cuál más disparatado, sobre cuestiones absurdas como almohadas, secadoras de tambor, el bienestar de las vacas o de las gallinas, los cepillos de dientes o la adecuada curvatura de un plátano, además de cargarse sectores básicos como los de agricultura, ganadería y pesca, por ejemplo.
De puertas adentro, en España estamos gobernados por aquellos que disfrutan aplicando las ocurrencias de Bruselas o creando otras propias (imposición de la ideología woke, igualdad, horarios de trabajo, canales de denuncias, medio ambiente, protección de datos, compliance y demás protocolos, así ad infinitum…), lastrando el crecimiento de nuestras empresas y dejándonos indefensos ante la competencia americana o asiática.
Como resultado, somos incapaces de crear empleo y riqueza bastante para mantener el desaforado gasto de unos estados del bienestar imposibles de financiar si no es mediante deuda y una fiscalidad insoportable, con la consecuencia de que los europeos somos cada año menos ricos y, sobre todo, menos libres. La brecha entre los niveles de PIB y renta per cápita de los Estados Unidos y de la UE no para de crecer, en beneficio de los primeros.
Y la jubilación que viene tiene mala pinta. Además de que cada vez hay que jubilarse con más edad, se computa mayor número de años para el cálculo de la base reguladora de la pensión, que de esa manera va menguando su poder adquisitivo; y, pese a todo ello, en el primer semestre del presente año el déficit del sistema de pensiones (diferencia entre el gasto en prestaciones y el ingreso por cotizaciones) ha sido de 24.147 millones de euros. Nuestro sistema de pensiones está quebrado. No hay ni una sola comunidad autónoma que genere más ingresos por cotizaciones sociales que gasto por pago de pensiones. Necesitamos una solución urgente a este problema o el Estado quebrará y no podrá pagar a pensionistas, ni a sus empleados, ni los gastos corrientes, como alquileres, luz, teléfono e informática.
La solución pasa no ya por el dinero, sino por recuperar la libertad para emprender, para crear, para construir, para crecer, con bajos impuestos, mínimas regulaciones, respeto absoluto al derecho de propiedad, libertad de empresa y economía de mercado, situando al individuo en la cúspide de la pirámide, en función de su razón, talento y esfuerzo, y poniendo el Estado al servicio de los ciudadanos, justo al contrario de lo que sucede ahora.