La avellana es el símbolo de la sabiduría en algunas culturas. Botánicamente se denomina Corylus avellana, con una cáscara que se seca al madurar y adquiere un color marrón. En su interior hay una ligera membrana de sabor amargo que contiene la semilla. Se recomienda consumir únicamente la semilla para evitar el mal sabor.
En la composición química de las avellanas destacaría que contienen casi un 60 % de grasas, un 10 % de agua, un 5 % de azúcar (sacarosa), proteínas, minerales (calcio, magnesio y cobre, fundamentalmente) y vitaminas (E, C y del grupo B, especialmente). Aportarían unas 580 calorías por cada 100 gramos.
Sus propiedades se relacionarían con su composición. Las vitaminas E y C son buenos antioxidantes para eliminar los radicales libres, las vitaminas del grupo B reducen el estrés y la fatiga, el calcio es interesante para cuidar los huesos, las grasas insaturadas para controlar los lípidos de la sangre, los ácidos grasos omega 3, 6 y 9 protegen el sistema cardiovascular y las proteínas vegetales colaboran en la formación y mantenimiento de estructuras corporales. Presentan beneficios para los huesos y la mente. Se consideran especialmente indicadas para quienes no consumen lácteos, pues aportan calcio y la leche de avellana puede ser una opción saludable. A nivel mental, por su contenido en magnesio y vitaminas del grupo B, favorecerían la concentración.
Resultan muy versátiles en la cocina. Puede consumirlas directamente o añadirlas a ensaladas, pasteles o salsas, por ejemplo. Existen numerosas recetas a las que aportan un toque especial, no solo por el sabor, sino también por sus propiedades nutricionales. Le proponemos que las use en el relleno del pollo, sobre una tosta vegetal o de queso, para preparar un pan de pasas y avellanas, en la crema de chocolate para untar pan para la merienda de los niños, en ensaladas variadas, para preparar helados (solas o combinadas) o en salsas para acompañar pescados, pastas y carnes, por ejemplo.