Lejos, lejos del hogar, este verano, Ana, Belén y Carmen, a una isla del Caribe se han ido a estudiar. Tanto Ana como Belén prefieren estudiar Física a estudiar Medicina. Si no consiguen plaza, nos les quedará más remedio que estudiar Turismo. Carmen también quiere Física, pero si no lo consigue prefiere Turismo a Medicina.
Antes de irse, las tres se examinaron de la ABAU. Ana consiguió la máxima nota de entrada (un 14) para cualquiera de las tres titulaciones. Sin embargo, Belén tiene notas de acceso diferentes en cada titulación: tiene un 12 para Física y Turismo, pero si quiere estudiar Medicina su nota es un 10 (solo se presentó a una asignatura para subir nota, que lamentablemente no puntúa en Medicina). Carmen también tiene notas de acceso diferentes para cada una de las titulaciones: un 12 para Medicina y un 10 para acceder a Física y Turismo.
En la isla existen tres universidades: la universidad de F, la de M y la de T: F ofrece una plaza para estudiar Física, M ofrece una para Medicina y T una para estudiar Turismo. Ana, Belén y Carmen deciden probar suerte en ellas.
Estas universidades nunca perdieron su autonomía: se rebelaron contra la metrópolis y tiraron —emplumados— al mar a los funcionarios del ministerio de educación. Gracias a ello, ningún rey absolutista emitió una ley de universidades en 1824; ningún ministro conservador firmó un concordato con la Iglesia católica para vigilar los contenidos de los planes de estudio; ninguna dictadura limitó mediante una selectividad el acceso a las universidades.
Gracias a este pasado rebelde y liberal, en la isla los estudiantes piden plaza a cada universidad y una plataforma informática, común a las tres, utiliza el «algoritmo Gale Shapley» para emparejar a los alumnos con las universidades.
El algoritmo es muy sencillo. Empieza utilizando solo las solicitudes «más preferidas» de Ana, Belén y Carmen. Las tres tienen la misma primera preferencia, estudiar en F. Como Ana tiene la mejor nota, solo ella es aceptada. Como Belén y Carmen no tienen plaza en su primera opción, la plataforma utiliza sus segundas opciones. El resultado final es que Ana obtiene su mejor opción y Belén y Carmen las segundas mejores opciones.
Ana, Belén y Carmen están felices: si hubiesen solicitado acceso en Galicia, Ana estudiaría la misma carrera, pero Belén y Carmen estarían peor. En Galicia se ordena a todos los alumnos que solicitan cada titulación utilizando sus notas de acceso. Para estudiar F o T, la primera es Ana (tiene un 14), la segunda es Belén (tiene un 12) y la tercera es Carmen (tiene un 10). Para estudiar M, el orden es Ana, Carmen y Belén. Una vez ordenados, la CIUG llama a los alumnos con mayor nota. Ana seria convocada para matricularse en F, y una vez cerrada F, la CIUG matricularía a Belén y a Carmen en su peor opción (en M y T, respectivamente).
Muchos países cometían este error: utilizar sistemas de emparejamiento ineficientes. Belén y Carmen no estudian algo más preferido, porque no haya plazas, sino porque se utiliza un mal mecanismo.
A Lloyd Shapley y a Alvin Roth les importó lo que Ana, Belén o Carmen quieren estudiar y dedicaron su vida a corregir este tipo de errores. Por ello, en el 2012 recibieron el Premio Nobel de Economía. ¿Y en Galicia?, ¿le importa a alguien lo que estudian nuestros hijos?