La teoría de la relatividad general, enunciada por Einstein en 1915, es la que define nuestra actual comprensión de los fenómenos gravitatorios. Sustituyó a la ley de la gravitación universal, enunciada por Newton en 1687, pero esta sigue siendo válida en la inmensa mayoría de situaciones que nos rodean. La ley de Newton establece que la fuerza con la que se atraen dos masas es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa. Esa ley del cuadrado evidencia que nuestro universo tiene tres dimensiones espaciales, y se ha comprobado en múltiples contextos en casi todo tipo de escalas de fuerzas y distancias… excepto en las escalas más pequeñas.
Uno de los retos de la física actual es observar cómo se atraen dos masas ínfimas a distancias ínfimas, algo extremadamente complicado, máxime si tenemos en cuenta que la gravedad es, de largo, la fuerza fundamental más débil del Universo. Si en algún momento se detectasen desviaciones de la ley newtoniana del cuadrado, estaríamos a las puertas del descubrimiento de nuevas dimensiones espaciales, o de una nueva fuerza fundamental del universo (¿quizá vinculada a la llamada energía oscura, responsable de la expansión acelerada del Universo?), o de la naturaleza cuántica de la gravedad. Les cuento esto porque un experimento reciente acaba de llegar a donde no se había llegado jamás, midiendo fuerzas gravitatorias en átomos. El resultado: la ley del cuadrado de Newton se sigue manteniendo. Habrá que seguir bajando más a las profundidades de las pequeñas escalas del Universo.