La yincana de ser padres

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Un padre y un hijo, en una imagen de archivo
Un padre y un hijo, en una imagen de archivo ALBERTO LÓPEZ

26 may 2024 . Actualizado a las 13:37 h.

Es el trabajo más importante de nuestras vidas y no nos pagan ni un céntimo. Entiendes el amor inmenso de tus padres cuando te conviertes en padre. Y comprendes que lo arriesgaron todo por ti y por tus hermanos. Los hijos te quieren, pero se quedan muy lejos de lo que tú sientes por ellos. No ves un euro. Al revés, solo pones y pones dinero. Y las ayudas de las Administraciones son migajas para lo que supone la crianza. A veces, los miras tan grandes ya y te parece increíble el viaje que has realizado. Parece que fue ayer. Voló el tiempo, en un abrir y cerrar de ojos. Te lo habían dicho, pero no te creíste que todo podía pasar tan rápido. A pesar de lo gastado y cansado que te sientes, volverías a repetirlo y no lo cambiarías por nada.

No hay título ni estudios para afrontar la labor de ser padres. No valen los consejos. Solo debes tener claro que los hijos son del mundo. No son tuyos. Aunque tú los veas siempre como tu niño o tu niña, son personajes del planeta como lo eres tú. Tú te empleaste a fondo. En el colegio se emplearon a fondo. Pero el resultado es de la vida. Es imposible controlar esa mutación de niño en adolescente y de adolescente en joven y luego en adulto.

La filósofa británica Helen Hester, muy crítica con el sistema en el que malvivimos, responde a la pregunta sobre que la crianza es uno de los trabajos no remunerados más exigentes y sobre qué podemos hacer las personas con hijos para tener más tiempo de forma nítida. «Estamos ignorando una pieza crucial del puzle si no tenemos en cuenta la necesidad de reducir el tiempo de trabajo y la semana laboral. Gran parte de la causa por la que padres y madres sienten esta intensa presión en materia de tiempo es por los horarios en los que se mueven», explica. Y añade: «Hacen frente a un mosaico imposible para organizar las actividades de sus hijos». Es así. La jornada laboral se mezcla con la jornada familiar en una yincana diabólica. Quieres llegar a todo y es una misión que solo está condenada al fracaso. Nadie debe sentirse mal por no ser un superhéroe. Nadie debe fustigarse por no multiplicar el reloj. Las horas dan de sí lo que dan. Tenemos que comprender eso para no romper. Para no quebrar.

Como también dice Helen Hester, el sistema está tan viciado que «lo que consideramos tiempo libre no es sino un espacio para la recuperación». Un planteamiento absurdo. El espacio que debería ser para nosotros es solo un lugar para recuperarnos del doblete del esfuerzo laboral y familiar. Es un reto salvaje que solo trae fatiga. Muchas veces, nos sobrecargamos tanto en los trabajos como en la atención a los hijos. La perfección no existe. No se puede estirar más el brazo que la manga. La naturaleza es sabia. Necesitamos ya una apuesta de verdad por repartir los tiempos desde las Administraciones o nadie se animará a tomar el relevo. Precisamos un cambio radical en cómo se plantea la misión de ser padres o el nudo de la corbata será el nudo de una soga. ¿Cuántos de nosotros no conocen eso que se llama en teoría tener vida propia?