El premio Nobel de Medicina de 1998 reconoció el descubrimiento del rol clave del óxido nítrico en el funcionamiento del sistema cardiovascular. La ciencia hispanohablante no tiene un buen recuerdo de ese galardón, porque dejó fuera al hondureño Salvador Moncada, para indignación de gran parte de la comunidad científica (incluso uno de los ganadores de aquel nobel defendió que Moncada debía haber sido incluido). Detalles personales al margen, comprender la importancia del óxido nítrico nos benefició con muchos avances. Uno de ellos fue descubrir que esa molécula puede iniciar la erección del pene, al dilatar los vasos sanguíneos que van a sus cuerpos cavernosos. La ciencia básica pronto dio el salto al mercado farmacéutico, con la famosa Viagra, que fue autorizada (caprichos del destino, también en 1998) como la primera pastilla para tratar la disfunción eréctil. La empresa Pfizer se hizo de oro con ese medicamento.
Pero la investigación contra la impotencia sexual masculina continúa, entre otras cuestiones porque la Viagra (y otros medicamentos que vinieron después) no es aplicable a todos los varones, ya que tiene ciertos efectos secundarios (fue diseñada inicialmente como vasodilatador, su efecto se encontró de rebote en un ensayo clínico con hipertensos) y, de hecho, está contraindicada en varias circunstancias. Obviamente, es un tratamiento que debe tomarse bajo supervisión médica.
El mecanismo de la erección consiste en un equilibrio entre los procesos de vasodilatación (en los que es clave el óxido nítrico, un campo en el que juega la Viagra) y de vasoconstricción, en el que es clave la norepinefrina (un neurotransmisor). El rol de esta última está siendo objeto de nuevos análisis y, de hecho, en la revista Science se acaba de demostrar, con ratones, que unos fibroblastos del pene (el material fibroso que conecta sus tejidos) generan un aminoácido que cancela esa norepinefrina que deshace la erección. Tras dispararles ese mecanismo activado por los fibroblastos, los ratones llegaban incluso a priapismo isquémico, una erección dolorosa en la que durante horas la sangre no sale del pene, con sensación de estar a punto de reventar el órgano y que requiere ingreso por urgencias. Se abre pues una nueva vía de investigación, que dentro de unos años podría traernos otro medicamento revolucionario. Por cierto, los investigadores detectaron que esos fibroblastos proliferan con la actividad del órgano, lo que nos recuerda aquel aforismo que dice que lo que no se usa se atrofia.