Este domingo volverán a salir los cardúmenes de los partidos políticos al mare nostrum electoral catalán. Cuando se trata de peces, el cardumen es un gran grupo de ellos —no necesariamente de la misma especie— reunidos en formación tortuga como la de los romanos; van todos juntos en una masa que cambia y se desplaza con movimientos hipnóticos para defenderse de los depredadores. No hace mucho, escribía sobre un comportamiento semejante en las cebras que, al permanecer todas juntas, se presentaban como una letárgica marea de rayas a los ojos del león que no puede discriminar a una presa en concreto sobre la que lanzar su ataque, no siendo un potro o un animal enfermo que quede rezagado fuera de la mancha.
Los cardúmenes de los peces suelen estar liderados por individuos experimentados que son los únicos que saben hacia dónde se dirigen y eligen la forma de los movimientos. Se mueven rápido, generando una señal al resto que hace que toda la formación gire a un lado, a otro, suba o baje en función de los movimientos que marca el líder. No se lo piensan.
En gran medida los cardúmenes electorales humanos se mueven de la misma forma y con la misma fe ciega en el líder que, sean bandazos, construya figuras extravagantes o se lance directamente a la boca de la ballena, el cardumen no hará juicios de valor, los seguirá hasta el final.
En el océano catalán hoy navegan un montón de cardúmenes poco voluminosos, pero ninguno capaz de cobijar a la mayoría de los individuos. Esa escasez —igual que les pasa a los peces— los hace más visibles y vulnerables frente a los votantes depredadores.
El escaso volumen de miembros y lo llamativo de sus líderes, les hace muy fácilmente devorables ante la opinión pública.
Los líderes electorales de los cardúmenes catalanes son muy singulares y fáciles de identificar, los depredadores de votos se van a dar un festín destrozando la plétora de formaciones que quedaran deshilachadas, con sus supervivientes perplejos y desamparados como vaca sin cencerro en busca del gran cardumen del mar catalán, hoy inexistente y carente de líderes aglutinadores.
La necesidad de mantener la moral alta en las menguadas formaciones, ha obligado al desembarco de los líderes del océano ibérico que han eclipsado a los autóctonos, lo que hace más fácil que confundan la coreografía que marcan tan variados líderes navegando entre aguas.
Veremos arder las naves cerca de Orion, relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhausser. Y veremos a Puigdemont entrar como un auriga por la frontera de Girona, con Turull susurrándole al oído: «Recuerda que eres mortal».
Y habrá que repetir las elecciones.