Sanidad gestionada, industria y médicos

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

María Pedreda

04 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La Academia Gallega de Medicina rindió homenaje reciente a Manuel Sánchez Salorio, del que gusto reivindicar su análisis holístico en La función social del médico (Reflexiones sobre una peripecia). Un análisis en el que, partiendo de que «la ciencia moderna es la que otorga poder y eficacia al médico», describe «una isla desierta que se llena de aparatos y también de fármacos ya eficaces, pero ello no lleva a que el médico, que ve y cura enfermedades, se transforme en un científico. La peculiaridad del encuentro con el paciente lo impide». Un cambio de papeles que Salorio encuadra en el paso de la «medicina liberal» a la «medicina gestionada». Y este cambio de papeles marcará la actualidad y el futuro de la asistencia sanitaria.

Un futuro que llega de la mano de la tecnología, la ciencia y la formación especializada, médicos forman médicos, y plantea los grandes dilemas de la medicina gestionada. Una medicina gestionada que ni en el imaginario ni en la realidad ha logrado superar «el paradigma del hospital». Por más que esfuerzos sobresalientes de médicos, como aquellos de Alfonso Castro Beiras y su equipo de cardiología, en apoyo a unas unidades de gestión clínica como respuesta al reto de gestionar una «empresa de servicios» —la gran desconocida en la ciencia de las organizaciones—, no han logrado resolver. Ni quienes acudieron a la fórmula de las fundaciones o empresas públicas. Tampoco los gestores sanitarios —rotatorios en su mayoría— creados para desarrollarla y aplicarla en la atención primaria, el gran reto sanitario.

Allí donde los médicos de familia son la clave de bóveda del sistema, y donde su escasez y motivación (con una actividad gerente-dependiente) convierten en ineficiente la sanidad. Recordar además que el sistema mir se inicia en medicina de familia en 1995, veinte años más tarde que aquel de las especialidades hospitalarias, y sin una reflexión crítica sobre la rotación formativa y las tutorías singulares que esta especialidad no hospitalaria necesita. Apunte para explorar.

Queda por último el ser o no ser del Ministerio de Sanidad. Mesa de ocho en los Premios Fernández Latorre. Conversaciones entrecortadas y cordiales entre la política y las vidas. ¿Sobra el Ministerio de Sanidad? El argumento son las competencias ya transferidas. Porque en el imaginario social la sanidad es actividad asistencial; sin embargo, para que ella pueda darse se necesitan la tecnología, la industria farmacéutica, la salud pública y la formación sanitaria. Todas ellas de importancia económica y compleja gestión, incluida la UE, lo que asienta la necesidad de un Ministerio de Sanidad. Por más que desde el propio ministerio no se expliquen tareas y obligaciones. Obsérvese, por ejemplo, lo sucedido con la decisión de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) suspendiendo la comercialización de cientos de fármacos genéricos. Una suspensión que nace de la alerta lanzada por la Agencia Española del Medicamento (Aemps), que detectó incongruencias en los datos de los ensayos de bioequivalencia, que los validan para salir al mercado. Bioequivalencia que había analizado el profesor y oftalmólogo Pedro Corsino Fernández Vila en su libro sobre medicamentos genéricos, hace ya diez años. Decisión comunitaria que, de acuerdo a los acreditados análisis de Enrique Castellón, plantea un grave dilema: la excesiva dependencia de la UE de los fármacos asiáticos, a lo que se añade la resolución negativa de la EMA sobre una gran parte de ellos, lo que obligará a elegir entre mayor seguridad o suficiente abastecimiento. Algo que corresponderá al Ministerio de Sanidad. A la espera de que la Conferencia Interterritorial se autosubsane en sus deficiencias. Generadas en la irreflexiva transferencia de la asistencia sanitaria a las comunidades autónomas, completada a final del año 2001, y empeoradas por el uso partidista de la sanidad desde la pandemia.