Monstruos

Rafael Arriaza
Rafael Arriaza MÉDICO

OPINIÓN

CHRISTOPHE PETIT TESSON | EFE

29 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En un mundo simple —y simplista— es posible que se cumpla aquello de que «el enemigo de mi enemigo es mi amigo», pero a lo largo de la historia de la humanidad ha habido suficientes ejemplos del fracaso de esta idea como para que no siguiéramos repitiendo tropezones con ese pedrusco. Algunos de los problemas que vivimos en el mundo actual se los debemos a la intención de las grandes potencias (EE.UU., China y la URSS/Rusia, que aquí todos han contribuido a aliñar la ensalada) de promover unas veces y combatir otras a gobiernos y dictaduras afines a unos o a otros. África, Centro y Sudamérica, Asia e incluso Europa han vivido en sus carnes las influencias, más o menos descaradas, de los que actúan como si fueran los reyes del mambo planetario. Viéndola en retrospectiva, la idea inicial de Israel de apoyar a Hamás como contrapunto a la Organización para la Liberación de Palestina en la década de los 80 no parece ahora tan buena, ¿verdad? Las ideas, aparentemente brillantes, de un grupo de políticos conspiranoicos y con visión cortoplacista y muchas veces ignorantes de la realidad subyacente en los lugares para los que diseñaron sus estrategias no deja de ser un recurso infantil de crear un monstruo para combatir a otro. En el imaginario pueril del político suele anidar la idea de que el nuevo monstruo se mostrará agradecido por haberle dado la vida y que después de cumplir su cometido volverá dócilmente a su redil para hibernar hasta que sea nuevamente reclamado por su creador. Como si esto fuese un juego de veinteañeros de botellón pidiendo unos a otros que les sujeten el cubata. La experiencia nos demuestra, una y otra vez, que las criaturas (excepto, quizá, los diputados de los partidos políticos, atados por su obediencia debida a las consignas de voto) tienen vida propia e intenciones que suelen volar mucho más allá de lo imaginado por sus creadores. El vampiro que renunciaba a la sangre de la doncella que lo rescata por mor del efecto benéfico del enamoramiento se ha demostrado tristemente falso: no debemos rescatar al vampiro —o al monstruo— porque escapará de control. Y probablemente, nos comerá.

El apoyo o creación de grupos extremistas de izquierdas o de derechas, sea cual sea el significado incierto y oscuro que hoy en día tengan esos calificativos, unidos en la maldición circular de los extremos que se tocan y se convierten en populistas y dictatoriales, es mala idea. La búsqueda de aliados temporales peligrosos a los que se les dan alas puede —y suele— desencadenar crisis prolongadas y obligar a sus creadores a vivir en una cascada de parches y mentiras sin salida. El monstruo necesita muchos sacrificios humanos para alimentarse. Es insaciable, como los chantajistas. Y sus creadores las más de las veces quedan ocultos y protegidos porque se encargan de que nadie sepa a ciencia cierta por qué se gestaron aquellos engendros. Es fácil para ellos protegerse tras el marasmo de las versiones partidistas de la historia, los bulos y las mentiras que tapan a otras mentiras. ¡Ah, y del recuso último del «y tú más»! con el que todo se justifica. En esta ocasión, también, si de los pactos que se ven en el horizonte surge una hidra que cercene los derechos de todos los que no comulguen con sus ideas supremacistas, la mayoría de sus promotores se pondrán de perfil y alegarán una desmemoria que ni las hemerotecas podrán resolver. Y que otro se coma el marrón, que además los votantes tenemos memoria de pez y en cuatro años se nos olvida todo. Ojalá esta vez el monstruo sea un bendito. La excepción que confirme la regla. Aunque por ahora, apunta más en la otra dirección.