Siempre me ha parecido una película fascinante El rey del juego. Aunque yo prefiero El buscavidas, una de mis predilectas y que he revisitado tantas veces como el castillo de Monterrey. En la primera, Steve McQueen está soberbio. En la segunda, todo, absolutamente todo, resulta soberbio y superior (Paul Newman, también).
Del juego versan estos filmes sobresalientes y del juego se habla en los mentideros de la política, que se ha convertido en un teatrillo de escaso fuste. Un astracán. Un entremés que ha dividido a la sociedad en «bloques», eso dicen. Así, mientras unos jalean el éxito de haber perdido las elecciones y haber ganado la Mesa del Congreso, los otros solo pueden observar el deterioro de esta España que ya no es ni lista ni torpe, es la que es, y es la que la gente vota.
El juego de la política es una experiencia de especialistas y hasta los eminentes politólogos, como algunos que escriben en este periódico, observan el espectáculo con desconcierto y estupefactos.
España es la que es, repito. Es la que la gente vota. Y a la gente poco le importa que todo esto, como decía arriba, se haya convertido en un juego. Como una película de reyes del póker o buscavidas. Como una declinación constante. Como un improperio. Quizá convenga que en los centros escolares los chavales puedan observar a McQueen o Newman. Las películas que he citado, y que ellos protagonizan, son un relato de la condición humana. Son Shakespeare traído al cine. Son Hamlet y Otelo, Desdémona y Falstaff, Yago y Julieta. Nadie como Shakespeare perfiló a los seres humanos. Después llegaron los rusos del siglo diecinueve y los reinventaron. Pero en Shakespeare ya estaba todo. Como en El rey del juego y El buscavidas. La seducción, la amoralidad más perversa, la ambición sin medida alguna, el éxito y el fracaso, la simulación y la mendacidad.
Esos son los asuntos que estas películas tratan. Son los dardos que padecemos o padeceremos. Y todo con un telón de fondo lúdico (o ludópata): ora una partida de póker (el descubierto: ese en que se muestran algunas cartas), ora el billar. Si usted no ha visto estas obras espléndidas, hágalo. En ellas, aunque no lo parezca, está contenido el presente político de España.
El rey del juego en nuestro país, ya lo conocemos. Es un jugador de ventaja. El tahúr por excelencia. En una partida será difícil ganarle. Lo mataron y resucitó en su partido. Superó por primera vez una moción de censura de la democracia. Ganó elecciones y gobernó el Estado con aquellos que quieren derruir el Estado. Volverá a hacerlo aun perdiendo los comicios. No importa. Es la España que ha votado la gente. Lo acepto democráticamente. Lo único que solicito es que no venga García Page, y otros como García Page, a hablar del «otro socialismo». Hoy ya no existe un socialismo distinto al de Sánchez. Unos y otras lo admiran y aplauden. Hasta lo comen a besos (¿dónde quedó el recato, Yolanda?). Es el rey del juego.