Es un agosto atípico. La sequía no afecta a la actualidad política. Por el contrario, el postureo, las zancadillas y las negociaciones para la investidura del próximo presidente del Gobierno suben el caudal informativo todos los días. Pero el culebrón del verano es la desbandada-purga en Vox.
El partido de Abascal, que públicamente ha hecho cero autocrítica tras sufrir un pésimo resultado el 23J, es trending topic permanente y parece sufrir el mismo mal que acabó con los campeones de la nueva política, Podemos y Ciudadanos (hoy fantasmas sin alma ni capacidad de asustar). Al menos los síntomas visibles, conquista de pequeñas cuotas de poder, acelerada pérdida de votantes, sonoras renuncias y polémicos relevos, coinciden.
Se ha marchado Iván Espinosa de los Monteros y también ha renunciado a ser diputado el médico Juan Luis Steegmann, vilipendiado en su día por las bases del partido derechista por defender las vacunas (le llamaban «vacunazi»). Y en el relato emerge una figura, la de Jorge Buxadé, artífice del viraje, que reúne todas las condiciones para convertirse en el malo de la película. Por su pasado falangista, sus planteamientos políticos ultraconservadores, su tono de voz y su aspecto físico: parece un villano de Indiana Jones. ¿No se lo imaginan con el uniforme del antiguo ejercito alemán?