En un coloquio, alguien dio con la definición perfecta: la barriga. La barriga podría ser encabezamiento de un estudio que viene a constatar que los titulares negativos atraen más audiencia. La barriga es lo que ha mandado durante todos estos días en el debate plagado de insultos y falta muchas veces de algún tipo de argumento sobre el origen étnico de Cleopatra y sobre si debería representarla una actriz negra en lo que Netflix ha denominado documental, con el consecuente enfado colectivo amarrado a las barrigas.
La barriga es también a lo que apelan los vídeos de Somos Paletos, un podcast fantasma en el que un grupo de estudiantes de universidades privadas encarnan la caricatura (insértese aquí banda sonora de Carolina Durante) y, en vídeos de 20 segundos engarzan una perla detrás de otra: que si la gente no es fea, es que es pobre; que si la gente que vive en adosados es una acomplejada (con pregunta sobre qué es un adosado incluida); que si la depilación láser es una secta. La barriga, la barriga, la barriga. En todos los casos, la barriga. Es más fácil hacer viral un vídeo que ofende, vilipendia, agrede y enfurece. Más comentarios, más compartidos, titulares con más visitas. Más visibilidad, más publicidad. Más ingresos en muchos casos. Somos paletos, efectivamente, porque nos puede el instinto iracundo antes que la razón. Esta es la era de la adicción al mal rollo.