El paso atrás de Jacinda Ardern

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, en una imagen de archivo
La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, en una imagen de archivo LUONG THAI LINH | EFE

Era una estrella mundial, pero la primera ministra de Nueva Zelanda, la jefa de Gobierno más joven del mundo, ha sorprendido a todos anunciando su dimisión

22 ene 2023 . Actualizado a las 14:13 h.

Era una estrella mundial. Amable y resuelta. Primera ministra de Nueva Zelanda con 37 años. La jefa de Gobierno más joven del mundo. Pero ha sorprendido a todos anunciando su dimisión. A los 42, Jacinda Ardern está cansada, sin energía. Ha lidiado con atentados supremacistas, con su propio volcán asesino y con una pandemia global en la que optó por blindar y vacunar masivamente a la población, pese a los negacionistas. Su adiós ha generado debate. Ha salpicado hasta a la pulcra BBC, que tituló con un «Jacinda Ardern renuncia: ¿pueden las mujeres tenerlo todo?», en alusión a la maternidad de la política laborista. El canal británico tuvo que borrar la pieza y disculparse. Seguramente Ardern también estaba harta de estos chascarrillos. En plena cumbre con Sanna Marin, primera ministra de Finlandia, le preguntaron si se reunían porque tenían una edad parecida, como si hubieran quedado para charlar sobre cremas y trapitos. Ardern quiso saber si en su momento le habían lanzado la misma cuestión a Barak Obama y su homólogo neozelandés John Key en su comparecencia. Claro que no. En este contexto se explica que un paso sea interpretado como un signo de debilidad frente a los que se perpetúan en el poder a costa de todo y de todos. En un cargo público, algunos nunca tienen bastante y muy pocos asumen que han tenido suficiente. Lo noble es reconocer el desgaste. Sobran los que se acomodan en el sillón y no saben vivir de otra forma, los que no sacian su hambre de poder, los que no reconocen su incapacidad para manejar el timón y los que intentan seguir mandando más allá de mandatos y de urnas, convirtiéndose en oráculos que hablan a sus fieles desde el más allá. Mejor la honestidad de Jacinda.