Fármacos dentro del ojo

Francisco Gómez-Ulla de Irazazábal DIRECTOR MÉDICO DEL INSTITUTO OFTALMOLÓGICO GÓMEZ-ULLA. CATEDRÁTICO DE OFTALMOLOGÍA

OPINIÓN

ANGEL MANSO

21 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Las inyecciones intravítreas (intraoculares) se han convertido en muy poco tiempo en piedra angular del cuidado oftalmológico, especialmente en lo que a tratamiento de las enfermedades de la retina se refiere, haciendo posible la administración de fármacos directamente en el interior del ojo.

Su aparición con la llegada del nuevo siglo supuso una auténtica revolución y un regalo impensable para los oftalmólogos y los pacientes, cambiando así el curso natural de la historia y el tratamiento de muchas patologías retinianas. Donde antes hablábamos de perder menos visión al tratar enfermedades, hoy hablamos de mejorías de agudeza visual.

Su administración supone una alternativa eficaz a la cirugía permitiendo alcanzar con este procedimiento mejores resultados en la aplicación de los fármacos en un gran número de patologías como la DMAE (degeneración macular asociada a la edad), el edema macular diabético, la miopía patológica, la uveítis o la oclusión venosa de la retina.

Con las inyecciones intravítreas logramos efectos que no podríamos conseguir a través de la administración oral o por vena ya que los fármacos no alcanzarían por estas vías el interior del ojo con la intensidad que se requiere. Por tanto, nos permiten inyectar dentro del ojo desde antibióticos a fármacos antiangiogénicos o corticoides contra inflamaciones intraoculares de manera rápida, indolora y con escasas molestias, eso sí, siempre deben ser administradas por manos expertas.

Los que llevamos muchos años dedicando una parte importante de nuestra actividad clínica al tratamiento de las enfermedades de la retina vivimos ahora, tras su aparición, tiempos más felices y con un futuro apasionante. De hecho, gracias a la existencia de los medicamentos antiangiogénicos, hemos conseguido frenar la evolución de enfermedades como la DMAE en el 90 % de los pacientes, y hasta en el 40 % de los casos recuperar parte de la visión perdida.

Sin embargo, no debemos olvidar que estos últimos fármacos son sustancias bloqueadoras y no inhibidoras por lo que su efecto desaparece con el tiempo lo que nos obliga a los especialistas a repetir con cierta periodicidad las inyecciones intravítreas, lo que incrementa la sobrecarga asistencial. Esto tiene, por tanto, un efecto directo sobre la necesidad de reorganizar las consultas y los servicios de oftalmología, tanto en el aspecto de dotación tecnológica, como de recursos humanos y administrativos, optimizando los recursos disponibles.

Y mientras trabajamos en este aspecto, continuaremos desarrollando fármacos más duraderos, dispositivos de liberación sostenida y nuevas dianas terapéuticas a favor de nuestros pacientes que redunden no solo en la prevención significativa de la pérdida visual, sino también en la mejora de la capacidad de visión. Todo ello desde el interior del ojo.