La Navidad y yo

Eduardo Riestra
eduardo riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

Ramón Leiro

18 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay años en que, cuando la Navidad se acerca, me siento como un pequeño gazapo inconsciente y atolondrado sobre el que se cierne la sombra de un cernícalo desde lo alto. La amenaza va bajando en círculos, lenta e inexorable, según avanza diciembre hasta que, en la fatídica Nochebuena, hace presa de mí. Otros, en cambio, es como el coro de Madame Butterfly, que canta entre bambalinas su melopea emocionante y fatal. La Navidad, desde que la mitad del planeta se ha vuelto agnóstica y la otra permanece mahometana, se ha convertido en la Tomatina de Buñol con bombas de melaza, un pringue azucarado cuyos iconos son la colonia de hombre y el omeprazol. Los americanos, que rápidamente lo simplifican todo para su mejor uso y comprensión, han identificado la Navidad con los buenos sentimientos y con el problema de última hora para comprar un regalo que les falta. También con el momento de que los hijos se reconcilien con sus padres, que suelen vivir en Alabama. 

Aquí, para recrear la Navidad, también reunimos a las familias, para lo cual hacemos volver del extranjero a nuestros nietos que están haciendo un Erasmus, mientras suena la música del turrón y todos lloran.

Pero, para mí, la verdadera Navidad es la de Chencho perdido en el fragor del Madrid de los años sesenta, con Pepe Isbert buscando al niño perdido por la plaza Mayor y gritando su nombre con aquella voz cascada.

Por eso, no me vengan ahora con que si las gulas, que si las vieiras. Yo me niego a cenar si no se sienta a la mesa con nosotros Chencho.