Mola mucho respirar

César Casal González
césar casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Santi M. Amil

18 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No nos damos cuenta de lo esencial. Inhalar. Exhalar. Parece que va de serie con nosotros y que nunca nos va a faltar el aire. Hasta que tus pulmones pitan más que los silbatos de los árbitros en el mundial. 

Algo falla ahí. Una escalera de pronto es el Himalaya. Para subirla piensas en crampones, en una cordada. Te preguntas dónde está tu guía serpa para que te saque del lío.

Nos complicamos la vida cuando nos sobra. Todo tiene que ser instantáneo. Queremos el último modelo de móvil o nos hundimos. El móvil es la extensión de nuestros deseos. Las aplicaciones nos traen todo al instante y así nos creemos dioses. Solo somos niños malcriados.

Lo comprendemos cuando falta lo único importante: la Salud. Cuando llegan las complicaciones no hay aplicación que las resuelva.

Es ahí cuando, por ejemplo, descubres que lo relevante no es quién va a ganar el Mundial, lo esencial es inhalar y exhalar sin que tu pecho crepite. Pillar aire y echarlo sin zancadillas. Te hace adulto de golpe y descubres a la vez América y la pólvora cuando caes en que solo mola mucho respirar. Lo demás sobra.

De la cuesta arriba en la que estás no te saca ningún móvil. Necesitas profesionales de la salud. Médicos, enfermeras, sanitarios, farmacéuticas, de las que te miran a los ojos y se ponen a cavar para sacarte del hoyo. No sabemos lo que tenemos.

Esas enfermeras que te resucitan cuando pierdes el conocimiento y que te tratan como si tú fueras de su familia, de su familia de humanos. Esa enfermera que tiene justo el sentido del humor que tanto necesitas. Les preguntas si su trabajo es vocacional dándolo por hecho. Qué trabajo. Y ella te contesta, con una risa amiga: «Es vocacional, según los días. Unos días sí y otros no».

Los médicos esperan todas las pruebas para no pisar territorio minado. Y, ante tu reacción de cervatillo asustado, tu mirada lábil, dan un paso y se muestran amables, interpretando que tu debilidad necesita comprensión. «Lo peor pasó. Ya verás». Dejemos de criticar a la sanidad pública.

Te pones el pijama del centro y la medicación empieza a hacer su efecto. Recuperas tu nombre, que se te había caído por los pasillos, entre los boxes de urgencias, donde hacen un trabajo increíble.

Te encuentran un hueco en observación entre dos cortinas y otros dos pacientes y miras al techo para ver si siguen ahí el cielo y las estrellas. Ya es de noche. Lo único que descubres es que mirando hacia arriba nunca habías mirado tanto dentro de ti mismo. Y piensas que si una empresa de moda pone en el mercado estos pijamas se convierten en un éxito. Te concentras en coger aire y echarlo. Para qué más. Piensas que esas enfermeras te mostraron más afecto que cientos de abrazos falsos o rotos, que miles de emoticonos que se pulsan en un segundo. Lo que sucede en un móvil es mentira. Lo que sucede en la vida es verdad.

Háganse un favor. Tápense la nariz y la boca unos segundos y, cuando se estén ahogando, mediten sobre todas las chorradas que les sobran y que les quitan el sueño sin merecerlo. No lleguen a urgencias para descubrirlo.