El pasado martes escuchaba a Gabriel Rufián. Alguien debía compilar un florilegio de frases célebres del eximio, e ilustrado, diputado catalán. Dijo el ínclito político: «Nosotros no podemos cambiar los jueces. Pero sí podemos cambiar las leyes». Lo dice un individuo al que votan poco más de ochocientas mil personas en un país que roza los cuarenta y siete millones de habitantes. No ha pasado nada. Contemplaba las fotografías diarias y ya solo me sorprendía que el Partido Popular apareciese con nuevo lema: «En defensa de un gran país». No voy a poner en duda la certeza del aserto. Sin embargo, particularmente, me siento absolutamente indefenso. Los políticos del PP hablan, argumentan, dicen que cambiarán leyes cuando gobiernen. Los creo. Pero insisto: ¿quién nos está defendiendo? Nadie. Y la sensación es siempre la misma: golpean nuestra inteligencia y dignidad con sevicia, agachamos la cabeza, y ya solo nos resta aguantar los agravios del Gobierno. Ellos. Los que administran España. Ellos y sus conmilitones. Socios de toda condición que aplauden el desgajamiento de nuestro estado de derecho.
El abrigo de la representación del pueblo es el Parlamento. Allí eleva la voz Cuca Gamarra. Para qué, me pregunto. De qué sirve. Para nada. Las televisiones abren sus informativos con lo bien que va España. También la semana pasada, la ministra de economía presumía del 4,4 % (o más) que vamos a crecer este año. Solo faltaría. Lo vende como un éxito gestor sin tener en cuenta que somos el único país de la UE que aún no ha recuperado el PIB previo a la pandemia. Y qué más da. Pueden decirlo, y lo dicen. Pueden hacer lo que les venga en gana, y se les consiente. El delito de sedición no ha mudado. Simplemente ha desaparecido. Y no es cierto que se haya homologado con Europa (si leen La Voz a diario lo habrán descubierto en nuestras páginas). No es cierto que ese sea el motivo de la eliminación del delito. Lo hacen porque así se lo han exigido sus socios independentistas. Lo hacen, reitero, porque pueden y los dejan. Por todo ello, y mucho más, me siento indefenso. Y como yo, probablemente, millones de ciudadanos españoles.
¿Qué esperamos, entonces? Que el PP presente una moción de censura contra los que piensan que pueden hacer, sin pudor, lo que les venga en gana. Presentarla para defendernos públicamente y con eco mediático, aunque se pierda. Pero la democracia debe darnos voz a los que no la tenemos. No pueden humillarnos más. Indultan, cuando no iban a indultar. Cambian las leyes, por justas que sean, en su conveniencia. Hasta se atreverán con la malversación. Y con aquello que precisen. El próximo presidente del Gobierno será Feijoo. No me cabe ni la menor duda. Pero puede llegar a serlo con la gallardía de haber peleado, y sufrido, cuando más lo necesitamos. Con una moción de censura (pierda o gane). No conozco mejor modo de defendernos.