Feijoo: perder el norte

Erika Jaráiz Gulías PROFESORA. MIEMBRO DEL DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y SOCIOLOGÍA DE LA USC

OPINIÓN

Alberto Ortega | EUROPAPRESS

02 nov 2022 . Actualizado a las 15:50 h.

La admiración que Feijoo despertaba cuando era presidente de la Xunta parece haberse evaporado en apenas medio año con la sequedad de los aires madrileños. Feijoo está atravesando los peores momentos desde que se hizo con el liderazgo de los populares en abril; no solo por el estancamiento en las encuestas, sino, fundamentalmente porque entre su electorado, entre la militancia y entre los propios barones populares han aparecido las dudas. Y no se trata de solvencia o insolvencia, se trata de que fuera de Galicia se encuentra perdido, sin norte, y va dando bandazos de una posición a otra.

No son pocos los que sostienen que Feijoo llegó a la Presidencia de la Xunta, sin esperarlo, por la mera descomposición del bipartito, por las luchas internas de un PSdeG que no ha encontrado rumbo después de Touriño, y por las de un BNG que ha tenido que rozar los infiernos de la desaparición para regenerarse. Feijoo ha vivido cómodo durante estos dieciséis años sin oposición en Galicia, en los que habría sido el más privilegiado espectador de la debacle de la izquierda gallega.

Como en política no todo es blanco o negro, no me atrevo a decir que esta lectura contenga la única verdad sobre Feijoo, pero estoy segura de que contiene una parte de verdad, y con esa parte llega para mi argumento.

El problema es que Feijoo creyó que en Madrid iba a encontrarse una situación semejante, y nada más lejos. Primero, porque no es el presidente, lo es Sánchez, y ahora le duele que el presidente de España goce en el Senado de los privilegios de que él gozó durante todos estos años en el Parlamento de Galicia. Y segundo, porque, a base de repetirlo, llegó a creerse que Sánchez era un jovenzuelo inmaduro e incapaz de sostenerle la mirada a un presidente autonómico experimentado como él.

Por eso, cuando en el primer debate en el Senado se encontró a un Sánchez compacto, que lo miraba de arriba abajo, haciéndole notar que el presidente era él, no supo reaccionar. Fue en ese momento de incredulidad inesperada, cuando todos los senadores del PP creían asistir al lanzamiento de su líder, cuando sonaron por primera vez todas las alarmas. No hubo esa noche nadie en el PP que no recibiera varias llamadas para hablar del sorprendente desenlace de aquel día; y ese regusto amargo todavía no se ha ido de las gargantas populares.

Pero ese día, además de perder aquel primer debate, Feijoo perdió el norte; perdió la confianza de ganar desde la solidez de su liderazgo y desde la formulación de políticas públicas alternativas a las de Pedro Sánchez.

Ese es ahora el problema de Feijoo, y las sucesivas idas y venidas en torno a la fiscalidad, a la solución ibérica, a los presupuestos y, ahora, en torno a la renovación del CGPJ, no son más que la expresión de esa falta de norte.

No va de solvencia o insolvencia, va de que ningún viento es favorable para quien no sabe a dónde va; y son muchos los que soplan en el PP en distintas direcciones.