Cuarenta años de soledad

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

Isabel Steva Hernandez (Colita)

23 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Recuerdo que debía tener diecinueve años y me andaba haciendo el remolón. Ya había leído a otros escritores hispanoamericanos de moda entonces: Cortázar, Sábato, y Onetti, el escritor silente que había escapado de Uruguay, donde lo querían ingresar en un psiquiátrico, con el apoyo de Luis Rosales, como nos recordaba su hijo hace un par de semanas, que al poco de llegar a Madrid, se metió en la cama. Desde entonces escribía, bebía whisky y recibía visitas y premios en horizontal. «Esto —pensé yo entonces— debe ser el realismo mágico». Un día me dejé de excusas, calenté la banda y me metí de lleno en los Cien años de soledad que andaban en boca de todos y en las mesillas de noche de nuestros padres. Y fue un poco como saltar y aterrizar en los brazos de la familia Buendía, que eran raros como los gallegos.

Cuando leí, algunos años más tarde, Vivir para contarla, las memorias de García Márquez, me llevé una profunda desilusión, porque descubrí que toda aquella imaginación desbordante de la famosa novela era prácticamente autobiográfica. Que aquel mundo disparatado existía de verdad. Nosotros el realismo mágico lo conocemos desde antes del colombiano, sobre todo desde Torrente Ballester y desde Cunqueiro.

Cuando se cumplen 40 años de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez, recuerdo aquella primera lectura como una merluza recuerda la red en la que fue atrapada. Luego vinieron historias como El amor en los tiempos del cólera que siempre que releo me causa un escalofrío de placer.