Un vocabulario en declive

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

Oscar Vázquez

22 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Junto a la amenaza del inglés y a las dificultades de muchos jóvenes para hablar y escribir correctamente, sobre el español se cierne otro peligro más silencioso pero no menos grave: el empobrecimiento del léxico que empleamos.

El diccionario de las academias registra noventa y pico mil palabras, aunque en nuestro idioma hay muchas más. Un profesor dominicano ha hecho un estudio según el cual hay jóvenes que apenas usan 250. Existen datos contradictorios sobre el vocabulario que utiliza el español medio en su vida cotidiana: trescientas palabras, quinientas, mil... cinco mil los muy cultos... Otros trabajos elevan hasta 30.000 las que conoce el hablante tipo en España, aunque sean solo 20.000 las que es capaz de emplear. Estos parecen datos muy optimistas.

Cada vez se leen menos libros y textos bien elaborados, que son sustituidos por entretenimientos como los videojuegos, la televisión y las redes sociales, las cuales no son precisamente el nuevo escenario donde los grandes escritores desarrollan su talento. En vez de términos que describen algo con exactitud se recurre a palabras comodín, que vienen a ser las que tienen un sentido lo suficientemente amplio como para poder emplearlas cuando al usuario no se le ocurren voces más precisas o las ignora. En la descripción de un jardín, los sustantivos adelfa, rosa, geranio y dalia son desplazados por el genérico flores, que resulta inconcreto cuando hay varios cientos de miles de especies de estas.

Quizá la palabra comodín más empleada sea cosa, que se puede aplicar a cualquier objeto inanimado. Así, si al llegar a casa le informan de que el niño ha roto una cosa, échese a temblar y empiece a repasar todo el ajuar doméstico... solo para empezar. Si en vez de cosa le hablan de objeto, aparato, cacharro o chisme no se disipará la angustia por el destrozo desconocido. El disgusto se atenuará o se agravará si el informante concreta que lo roto es un vaso, un termómetro, la batidora, un Laxeiro o el nuevo televisor de 65 pulgadas.

No se trata de renunciar a las palabras comodín —ser, haber, estar, tener, problema, bueno, malo, hacer...—, que son utilísimas empleadas con tino, sino de evitar que releguen a otras que pueden enriquecer y precisar la información que se quiere transmitir. El objetivo debe ser, pues, ampliar nuestro repertorio léxico. Porque cuando faltan las palabras se pierden la capacidad de comunicarse con eficacia y, en último término, las ideas.