Cavilaciones en torno a la maldad

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

guardia civil

19 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace cuatro años, una investigación de científicos daneses y alemanes identificaba el origen común de la maldad humana. Le llamaron Factor D o «factor oscuro de la personalidad». Los seres humanos con sobreabundancia de Factor D piensan solo en ellos mismos y no les importan las consecuencias de sus acciones, malintencionadas, o el daño que puedan infligir a los demás. Los hay que llegan a disfrutar con los perjuicios que causan al resto. La investigación también concluyó que existían nueve «rasgos oscuros» en la personalidad de estos individuos pérfidos: el egoísmo, el maquiavelismo (convencidos de que el fin justifica los medios), el narcisismo, la desconexión moral (una característica que les permite comportarse de modo amoral sin generar por ello el más mínimo remordimiento), la creencia de que uno es mucho mejor que los demás, la psicopatía (falta de empatía y autocontrol), el interés propio (destacar en el estatus social), el sadismo y, por último, el rencor. El conocimiento de la existencia del Factor D me perturbó. Es un regreso al pensamiento estricto de Thomas Hobbes, aquel que consideraba que el hombre es un lobo para el hombre, aunque en Leviatán (su obra más conocida y reconocida) no apareciese originalmente tal sentencia. La frase viene de atrás, como casi todo. Los clásicos ya pensaron en la maldad del ser humano mucho antes que los modernos. La Asinaria (La comedia de los asnos) de Plauto o las Epístolas morales de Séneca especulan en esa línea. Lo que expresa Hobbes en el frontispicio de su De Cive, del año 1642, es que hay dos afirmaciones y ambas son verdaderas. Una, el hombre es un dios para el hombre; dos, el hombre es un lobo para el hombre. Obviamente, de la primera sentencia pocos se acuerdan. Y es la segunda la que ha acompañado al filósofo inglés a lo largo de la historia.

La maldad forma parte de nuestras vidas. Sentados en un bar o en un parque, podemos estar acompañados por personas que moran en la maldad. Yo he hablado aquí, un mes atrás, de la maldad. Pensaba en ella tras los incendios atroces que se vivieron en Verín el 3 de agosto. He visto el terror en los ojos de la gente. He visto cómo arriesgaban sus vidas por salvar sus casas. He visto a profesionales jugándose la piel. También cómo ardían coches, aperos de labranza, viñas enteras, etcétera. Y ahora veo cómo ha ingresado en prisión una mujer que, sin motivo aparente, decidió presuntamente causar tanto daño y dolor. Sus vecinos no dan crédito. Algunos ni siquiera llegan a creer las investigaciones de la Guardia Civil, que ha actuado de modo diligente. Cualquiera que conociese a la presunta culpable se echa las manos a la cabeza. Suele ser habitual. Y es así porque rara vez pensamos en Hobbes. Yo siempre he sido de Rousseau: «El hombre es bueno por naturaleza». Confieso que Rousseau me ha engañado alguna vez.