Augurios

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

ZIPI ARAGON | EFE

11 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En un debate celebrado en la tertulia de Vía V, el profesor Bastos discutía con Juan Carlos Monedero en pleno éxito de Podemos. Bastos le auguró «tú conoces la ley de hierro de la oligarquía y sabes que se acabará cumpliendo».

Se refiere a la ley enunciada por un sociopolitólogo alemán del siglo pasado y dice así: cuanto más grandes se hacen las organizaciones, más se burocratizan, ya que, por una parte, se especializan, y, por otra, deben tomar decisiones cada vez más complejas y rápidas. Los miembros que saben tratar mejor los temas complejos se van volviendo imprescindibles, formando la élite. Aparece entonces una dicotomía entre eficiencia y democracia interna; de modo que para que la organización sea eficiente necesita un liderazgo muy fuerte a costa de una menor democracia interna.

La psicología de las masas hace necesario el liderazgo, puesto que son apáticas, ineptas para resolver problemas por sí mismas; son agradecidas con el líder y rinden culto a su personalidad. La casta de los líderes (oligarquía) se cierra como una falange, colaborando entre sí para evitar la competencia de nuevos líderes surgidos de la masa (trust oligárquico).

«No se puede gobernar en círculos asamblearios —proseguía Bastos— , vosotros habéis tenido mucho éxito pero estáis condenados por la ley de hierro de la oligarquía. !Y tú lo sabes!». Eso se lo oí yo decir a Bastos a un Juan Carlos Monedero angelicalmente cabreado que balbuceaba las candorosas medidas que iban a tomar para eludir la ley de hierro en Podemos; pasado el tiempo y visto lo visto, aún retumba la risa irónica del sabio aborigen del país.

El 15 de noviembre del 2020 —en plena efervescencia de los nuevos partidos políticos— escribí en el periódico acerca del concepto de «Disidencia controlada» (perdonen la autocita): Según esta idea, los poderes constituidos son los que fomentan la aparición de nuevos partidos que se presentan como radicalmente disidentes del sistema para primero darles aliento y al cabo de un tiempo, destruirlos por fagocitación. Una sutil estrategia que el bipartidismo secular pone en marcha cuando el sistema se desequilibra y amenaza su estructura. Llegados a este punto, es el propio sistema quien favorece la aparición de nuevos partidos radicales y disidentes del orden establecido cuyos programas proponen la destrucción del sistema.

El poder constituido los favorece, los alimenta, se coaliga con ellos y, cuando las cosas van mal, les responsabiliza del desastre y los lleva a un escrutinio vengativo donde el pueblo los aniquila. Al mismo tiempo, ellos salen reforzados, volviendo al equilibrio bipartidista. Un PSOE devorando a su izquierda y un PP haciendo lo propio a su derecha han eclipsado al resto de los partidos y volvemos al bipartidismo.

Ya me gustaría saber reírme tan bien como Bastos.