Vidas perfectas

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OPINIÓN

PEXELS | EUROPAPRESS

09 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En el inexorable camino que me lleva a convertirme en una señora —«tranquila, mami, aún eres una chica», me dicen mis hijas cuando me lamento— estoy empezando a desarrollar cierta obsesión por las redes sociales. A ver, no por las redes sociales en general, que tienen muchas cosas buenas y que resultan tan útiles (soy mayor, pero no tanto). Más bien por las vidas con filtro. Esas vidas perfectas que nos asaltan el móvil, sobre todo a través de Instagram. Pienso en todos esos adolescentes que todavía no han salido al mundo real y que se creen que la vida es eso que la gente cuenta en sus stories. Si a alguien con la cabeza relativamente bien amueblada, como puedo ser yo (a ratos), le llegan a deslumbrar en algunos momentos los brillos de los hashtag, qué no se le pasará por la cabeza a cualquier chica en pleno desarrollo de su personalidad, cargada de un montón de virtudes e ilusiones y otras tantas inseguridades y miedos.

Familias perfectas, con ropa perfecta, con vacaciones perfectas, con terrazas perfectas. Parejas perfectas, con amores perfectos, con viajes en barco perfectos. Mujeres perfectas, con cuerpos perfectos, con comidas perfectas.

Y quizás, en muchas habitaciones adolescentes y juveniles, alguien deslizando fotos mientras piensa que ni su familia, ni su ropa, ni sus vacaciones, ni su cuerpo son perfectos. Tampoco su autoestima, claro.

Ojalá que todos los que viven a través de Instagram sean un cuarto de lo felices que quieren demostrar que son. Y ojalá que esos jóvenes (o no tanto) tengan la capacidad suficiente de darse cuenta de que —y que John Lennon me perdone por chafarle la frase— la vida es eso que te pasa mientras otros se dedican a poner etiquetas en Instagram.