Pues entre los fastos y la armonía sinfónica de la cumbre de la OTAN —donde nuestro presidente Sánchez ha firmado acuerdos que una parte de su Gobierno no apoya, por lo que tendrá que obtener los votos de la oposición— ha enseñado la patita un pequeño, pero muy vergonzoso espectáculo, uno de los insultos a la democracia más groseros de los últimos tiempos. Se trata, tal vez alguno de ustedes lo hayan pensado conmigo, de la rueda de prensa celebrada por la ministra portavoz ventrílocua, Isabel Rodríguez, acompañada por Nadia Calviño e Irene Montero, ambas como convidados de piedra. Irene Montero estaba castigada, y la sacaron allí, la exhibieron, para humillarla. Y ella se humilló a placer, dejando claro su papel en gobierno ajeno. Y, de paso, ambas insultaron a la prensa, que al final somos usted y yo, aquellos en nombre de los cuales los periodistas preguntan. Más tarde, ya en territorio seguro, es decir, en el pasillo del Congreso, los periodistas quisieron saber sobre su silencio, y ella decidió volver a insultarlos repitiendo una y otra vez una frase tonta y vacía. Yo creo que el pueblo, usted y yo, debe dejarle claro a su Gobierno, a cualquier gobierno, que se deben a nosotros, que tienen la obligación de darnos explicaciones, que el totalitarismo, que ya practicaba Rajoy con su plasma, lo de «no hay preguntas», que en realidad quiere decir que no hay respuestas, debe ser erradicado para siempre de la Administración y su Gobierno, desde luego también de nuestros representantes.